Ese que, por lo que se ve, ha quedado atrás: el mes de los cominitos del veraneo, el que prolonga agosto con ardores de sol que aconsejan el lenitivo de la playa, pero que se había vestido de otoño anticipado haciendo sonar en el cielo el retumbe del bombo de los truenos y mojándolo todo con la prisa de un aguacero novembrino, ha seguido embutiéndose en el bañador y abultando el pecho escuálido para que le miren las adolescentes que abandonan provisionalmente la cercanía de las olas para presentarse a los exámenes de recuperación.
Yo les escribí una vez un verso que empezaba diciéndoles “Han vuelto las niñas guapas – las que fueron a la playa --- y están las calles con ellas – llenas de culitos granas… “
Hace tiempo de eso. El papel arrugado con garrapateo de otros presuntos poemillas de juventud ha llegado a mis manos arreglando unos cajones. Era la época en la que voluntariamente elegía el mes para mi reglamentario ciclo de vacaciones en la radio. A la emisora le salía barata mi ausencia porque sabía que me iba a Barcelona al Festival del Mediterráneo en el que grababa crónicas y reportajes destinados a mis programas de otoño.
Afortunadamente el señor Mas aun no había llegado ni ninguno de esos integrantes de su cuadrilla catalana separatista, amenazantes opositores de eso que le llaman la inmersión lingüística, en tanto que sumisos cultivadores del idioma de Cervantes cuando nos piden dinero al resto de los españoles.
Barcelona era la ciudad cautivadora que cantaba José Guardiola, (¿ o era Jorge Sepúlveda?) con la letra del bolero antiguo: “qué bonita es Barcelona – perla del Mediterráneo” y que sigue siendo así por encima de coyunturales opciones partidistas, cuyos autores no son capaces de medir el daño que le hacen.
Aquel era mi Septiembre. El que ha vuelto tras los sustos climáticos de los primeros días. Entonces me senté ante el ordenador y dije que retornaba yo también. Y luego me ausenté. Con una explicación que me apresuro a dar para justificarme: Cuando fui a colgar el texto siguiente en este Blog me encontré con que se había modificado y, como, según afortunada expresión de un amigo, uno no está ya para aprender, sino para olvidar, lo aparqué hasta que alguien me introdujera en el arcano de las nuevas normas.
Puede suponerse que ha sido así, de manera que me `presento otra vez y ahora confío que con continuidad.
¡Hasta luego!
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