viernes, 30 de abril de 2010

El varón huido.

Por analogía, la virilidad como derivada de varón y cuyos sinónimos pueden ser hombría o masculinidad se presume valerosa, gallarda y responsable. Y en sentido contrario, la falta de ella se contempla como irresponsabilidad, timidez o cobardía.

El otro día me senté a ver la tele por la tarde, cosa que no suelo hacer a menudo y mi mujer tenía sintonizado el programa de Sandra Davidiu en Antena Tres. Me quedé un rato a verlo. Me prendió y permanecí ante la pantalla picado por la curiosidad de conocer cómo se resolvía una situación que habían planteado y en la que tres mujeres, entrevistadas una tras otra, confesaban haber sido engañadas por el mismo varón.

Las tres, que no se conocían hasta que acudieron al plató y fueron descubriendo paulatinamente la superchería de su engañador, coincidían en la estratagema que había utilizado para conquistarlas, su modus operandi para introducirse sibilinamente en sus casas y, por supuesto, lo que había trincado de cada una desapareciendo más tarde.

Siguiendo la mecánica del programa, la presentadora pidió a las tres mujeres que se retiraran, las hizo pasar a un estudio contiguo desde el que atendían a su desarrollo y sus telespectadores las veían a ellas, e invitó a entrar al interfecto: Un muchacho bien parecido, de veintipico años, sonrisa seductora y ojos chispeantes que confesó ignorar porqué lo habían convocado con el argumento de que alguien había dejado un mensaje para él, aunque parecía desprenderse de sus respuestas que aguardaba un grato encuentro motivado por anteriores contactos en Internet.

Cuando Sandra pidió que volviesen a entrar las tres mujeres, palideció, se le entrecortó la voz y solo pudo atinar con la débil excusa de “yo no puedo seguir aquí” y se le vio escapar apretando el paso, mirando hacia atrás por si era seguido cruzando los pasillos interiores de la emisora hasta que lo detuvo micrófono en mano un reportero inquiriendo las causas de su huida.

Entre tanto, en el plató, las tres mujeres burladas coreaban un indignado ¡cobarde! que ponía fin al episodio.

Me reí mucho al principio y me ha hecho pensar después acerca de la cantidad de cobardes que, alardeando de virilidad, se acercan hoy a las confiadas depositarias del bello sexo, siempre sensibles, siempre dispuestas a caer en las redes del amor y víctimas de las consecuencias de estas actitudes egoístas e irresponsables. Hoy es un engaño y mañana puede ser un embarazo no deseado en tanto que sus seductores, como el protagonista del programa de televisión, huyen por los pasillos mirando hacia atrás temiendo ser perseguidos.

Y no soy machista. A ellos les puede suceder también. La diferencia es que ellos suelen ser más cerebrales… y no se quedan embarazados.

miércoles, 28 de abril de 2010

Las sevillanas como eslabón entre la Feria y el Rocío.

Anoche ya escuché el eco inconfundible de unas sevillanas que cantaba un coro. Estuvo precedido por un recital breve pero sabroso de gaita y tamboril de manera que el aire que llegaba empapado de aromas de flores y marismas, me trasladó por unos instantes a los pies de la Blanca Paloma.

Debía ser un coro que estaba ensayando.Con voces juveniles, recias de los varones y atipladas en las féminas. Tuvieron el civilizado detalle de suspender los ensayos apenas hubieron pasado unos minutos a las cero horas, pero no me hubiera importado nada que hubieran seguido.

Las sevillanas rocieras han invadido la Feria y, desde hace unos años, han llenado las casetas con requiebros a la Reina de las Marismas y recuerdos del peregrinar romero por la Raya y el Río Quema.

La comercialización de las grabaciones, antes en discos de vinilo y ahora de CDs, pueden situarse entre las causas de este fenómeno en el que también conviene añadir el número y la calidad de los intérpretes y la proliferación de músicos y letristas que han ido renovando el limitado acervo que existía no ha mucho.

Se han dado casos curiosos. Yo conocí a un aplaudido poeta popular autor de numerosas letras rocieras que jamás había pisado el Rocío. Y supe igualmente de otro al que un singular conjunto de voces y guitarras le rechazó unas versos que venían a decir aproximadamente “… y van dejando un camino de flores y surtidores para cruzar por la Raya entre calor y sudores”. Y cuando se interesó por la razón de la negativa le contestaron que no pintaba nada un surtidor de gasolina en una letra romera.

De todas maneras, bien venidos sean estos reflejos literarios de las vivencias de esta colosal peregrinación al Santuario de la Virgen sustitutos de aquellos reiterados textos que cantaban los clásicos e históricos “Hermanos Reyes” basados en las letras del irrepetible Canónigo Muñoz y Pabón.

Ahora, más que antes, las sevillanas se han convertido en el eslabón imprescindible entre la Feria y el Rocío.

lunes, 26 de abril de 2010

Angustioso final

La edición de 2010 de la feria taurina sevillana alcanzó su fin como siempre en los últimos tiempos con la corrida de rejones el domingo por la mañana y la miurada por la tarde.

Ahora llega el momento de hacer balance, proclamar el resultado de las votaciones de los diversos jurados y entregar los premios.Pero antes conviene reflejar cómo ha sido esta finalización de un serial taurino en el que han caído mitos recientes, se han reforzado prestigios, se han iniciado caminos de recuperación y se ha mantenido la incógnita en torno al mantenimiento de ese hermoso animal único que es el toro bravo, ausente se diga lo que se diga de estas corridas en las que a los picadores se les ha aplaudido por no picar y a los espadas titulares casi se les ha oído advertir a los del castoreño: ¡Ojito con la puya… a este ni reñirle!

Y como donde está el toro está el toreo (Belmonte dixit) no parece exagerado concluir que de toreo poco ha habido, con luminosas excepciones por supuesto, que han menudeado las tardes plúmbeas y que, por si fuera poco, se ha llegado a la meta propuesta con una terminación angustiosa en la que por escasos segundos Anabel Moreno que presidía la corrida de Miura no tuvo que afrontar el antipático cometido de ordenar el tercer toque de clarín para que volviese a los corrales el ejemplar de Zahariche que no se dejaba meter la espada de Rafaelillo derrotando y gazapeando hasta la exageración.

Si a esta angustia se le suma la de las noticias que desde temprana hora mañanera llegaban desde Méjico describiendo la gravísima cogida de José Tomas, convendrán ustedes que el final no ha podido ser más angustioso.

Rafaelillo estuvo a punto de cortarle la oreja a este toro, “Soberbio”, último de los carteles feriales, un negro bragao al que el animoso murciano había trasteado con exposición y complacencia pública, pero se le torcieron las cosas hasta que el descabello certero detuvo el reloj.

José Tomás, en acertado titular del poeta José Suárez-Inclán, ha toreado a la muerte. Ha sucedido en la Monumental de Aguascalientes durante el transcurso de la segunda corrida de la Feria Nacional de San Marcos. Y su dorado refugio, un paraíso divino en México —que es el edén secreto de los toreros, según también ha escrito el antiguo cronista de “El Pais”, ha estado en un tris de convertirse en ubicación de su monumento funerario.

Menos mal que aquí igualmente se ha cercenado la desgracia con el descabello certero de los doctores mejicanos.

Sin estas situaciones angustiosas el toreo dejaría de ser lo que es.Aunque a los aficionados se nos imponga la dura tarea de buscar al toro toro… angustiosamente.

domingo, 25 de abril de 2010

La dificil música de la Maestranza

Creo que le llamaban “El Diamante rubio” y que era de Granada. Personaje curioso donde los haya de los que pululan por los pasillos interiores de la Fiesta. Aficionado a ella, se había instituido en singular animador de graderíos, asistiendo a las corridas desde las localidades de sol cuyos aplausos y olés levantaba con los suyos como peculiar animador de claques. Naturalmente luego cobraba estos servicios a los espadas desplazándose con estos emolumentos de plaza en plaza.

Este hombre, cuando le parecía oportuno lanzaba a los aires con voz potente: “¡Maestro… esa composisión!”. Y los espectadores, mudos hasta ese instante, coreaban su petición vocal.

Hoy no hace falta. La gente ha perdido el freno de la discreción y sustituye coralmente al Diamante pidiendo la intervención de la banda cuando le parece y si esta no accede a sus deseos protesta con gritos y palmoteos, como sucedió ayer en el sexto de la tarde cuando lo pasaba de muleta el Fandi.

Generalmente en las plaza de toros el pasodoble que rubrica la bondad de una faena empieza cuando lo ordena el presidente y, de manera excepcional, cuando lo pide el público en mayoría. En Sevilla, no. En la Maestranza se practica la tercera e insólita opción: Cuando lo juzga oportuno el director de la banda. Y esto entraña un aspecto positivo y otro negativo.

Desde que la banda titular que es la que formara el maestro Manuel Pérez Tejera en 1916 y por eso se conoce por su segundo apellido, asumiese el encargo de asistir a todos los festejos relevando a la Municipal que lo hacía hasta entonces, se cultiva esta costumbre y esto es positivo por cuanto encierra de respeto a la tradición. Pero Tejera era aficionado sabio y experto y además creo que seguidor de Joselito el Gallo y sus continuadores han acertado con la norma cuando han llegado a ser aficionados de muchos quilates también. Esto es lo negativo.Porque hasta que se alcanza ese punto, el titubeo para levantar la batuta puede provocar la impaciencia ruidosa de muchos.

Pepín Tejera, el muy recordado José Tristán Martín, sobrino nieto y sucesor del fundador y padre de su director actual, por mucho que el público lo pidiera, no se decidía a volverse hacia sus músicos y ordenar que diese comienzo el pasodoble hasta que la emoción de la lidia lo reclamaba y el apreciaba que se estaban ejecutando los cinco tiempos del toreo: citar, parar, templar, mandar y ligar. Pero si la faena se alargaba o algunos de estos tiempos se perdía, especialmente la ligazón o el espada era desarmado, levantaba la mano y la interpretación se suspendía.

Así conviene seguir haciéndolo para que la tradición funcione. Lo contrario es caer en una cicatería musical que no merece el público que cada tarde aprecia la calidad de esta banda que un día ya lejano fundara un sevillano de la Alameda, alumno del Colegio de la Real Maestranza de Caballería de la calle Feria, Manuel Pérez Tejera.

sábado, 24 de abril de 2010

Aplauso para el sobresaliente.

Pues sucedió que cuando hubo finalizado la corrida anunciada pomposamente como mano a mano entre dos de las recién encumbradas figuras del toreo, el público que había soportado pacientemente que no se cortara ninguna oreja, ni se diera ninguna vuelta al ruedo, ni siquiera hubieran tenido que asomarse al tercio a saludar ninguno de los actuantes, esperó que desfilaran de retirada las cuadrillas sin abandonar sus localidades, pitó con fuerza a Perera que era el primero, redobló la pita al segundo, que era Daniel Luque y trocó las lanzas en cañas cuando abandonó el ruedo el sobresaliente Antonio Fernández Pineda.

De esta guisa aconteció y así puede narrarse para asombro de generaciones presentes y venideras que inocentemente esperan y pueden esperar sentadas que los mano a manos de hoy sean como los de antes, cuando los toreros salían a dejar k o al adversario, ardían los tercios de quites y en toda la plaza se respiraba el ambiente enardecido de las caballerescas contiendas.

Nada parecido a lo de ayer. Tanto Miguel Angel como Daniel salieron a cumplir el contrato que les habían firmado sus respectivos apoderados y a complacer el capricho de la empresa quien sabe si más dada a ahorrarse los devengos del tercer espada que a propiciar un espectáculo emocionante.

Y, por si fuera poco, la descortesía y carencia absoluta de compañerismo que ambos mostraron hacia el sobresaliente al que no ofrecieron ni la más mínima posibilidad de abrirse de capa. Y esto en Sevilla no se perdona. Si una de las características de la Maestranza es el cultivo de las buenas formas y hasta el torilero, vestido de señor en traje de calle, se quita la gorra cuando recoge la llave que le entrega el alguacilillo, esa desatención motivada tal vez por el temor de que el sobresaliente estuviese mejor que los espadas titulares desentona con tintas agrias. Y la consecuencia ya se ha dicho cual fue.

Antes habían aparecido siete ejemplares de Fuente Ymbro,porque uno fue devuelto, ninguno sobrado de fuerzas pero algunos, dos sin ninguna duda, que fueron bravos y nobles y resultaron aplaudidos en el arrastre. Para su desgracia los dos le tocaron al extremeño Miguel Angel Perera que hubiera convencido con sus inadecuados trasteos y sus frecuentes enganchones a cualquier público menos al de Sevilla. ¡Ay, amigo! : Ese es el problema. Que a pesar de las ingerencias foráneas que se soportan estos días el público de la Maestranza sigue siendo tan docto como sufrido. Y por eso pasa lo que pasa.

En fin un enfrentamiento ficticio entre dos ficticias figuras del toreo saldado con cero patatero en el que el único repique de palmas fue para el espada de recambio al que ni siquiera invitaron los actuantes a compartir ningún tercio de quites.

Ah ¿pero es que hubo quites?

viernes, 23 de abril de 2010

Otra vez los toros.

Poco ha dejado para contar el décimo quinto festejo del Abono. Aunque el quince sea la niña bonita, el resultado no ha podido ser más feo que ese Pício cuya fealdad sigue ponderando el vulgo que debía ser una criatura repulsiva.

A tanto no han llegado los toros de Alcurrucén que, si han de salvarse por algo, lo pueden hacer por su presentación y espectacularidad. Un negro mulato y los demás, coloraos, en un recital de variedades de ese pelo que iba desde el colorado sin más al colorao bragao y al berrendo en colorao denominados precisamente con nombres músicos: Tamborilero… Guitarro… Pianista, pero todos desafinados.

Una vez más las condiciones de las reses se han bastado y se han sobrado para hundir los buenos propósitos de los actuantes. Y como lógica consecuencia los tres se han ido de vacío ya que únicamente Rubén Pinar fue premiado con la vuelta al ruedo en el tercero de la tarde tras haber malogrado con los aceros su faena a este toro, el único de comportamiento aceptable en el último tercio.

No ha tenido,pues, la presidencia, ocupada en esta ocasión por Anabel Moreno Muela, los problemas de decisión a los que se han enfrentado sus compañeros en el palco los días anteriores lo que, con el espacio que sobra por el pobre resultado de esta corrida, me va a permitir formular una cierta reflexión sobre la regla que han venido siguiendo.

El Reglamento Taurino de Andalucía precisa en su artículo 59 que “la concesión de la primera oreja se realizará por la Presidencia, a petición mayoritaria del público mediante la tradicional exhibición de pañuelos blancos o elementos similares”. No detalla nada más. O sea no dice que el público sea el de las localidades de sol o las de sombra. De manera que si en las primeras se sientan mil espectadores y en las segundas diez no hay que esperar que estos se sumen a la petición general del público de la solanera para otorgar el primer trofeo.

Sin embargo nunca se hace así. Desde la perspectiva de su ubicación el presidente contempla el panorama de pañuelos al viento y aunque flameen en todo el Sol, con que en la sombra se aprecien algunos calveros, niega la concesión.

Decisión injusta. Eso significa condicionar la expresión de los más al capricho de los menos. En el sol además pueden sentarse aficionados de solera. Y en la sombra asistentes de la presunta high society más dados a ser vistos que a presenciar el festejo que luego aplaudirán hipócritamente la decisión presidencial.

No se si esto servirá para algo tras haberlo escrito. Mucho me temo que no. Pero tenía que hacerlo en defensa de los toreros que ven malogradas sus ilusiones simplemente porque un sector minoritario del público se considere protagonista de un espectáculo que pertenece a los que se juegan la vida sobre la arena .

Y, a propósito, se viene marginando el contenido del primer apartado de este artículo. Ese que dice que “los saludos y la vuelta al ruedo los realizará el espada, el banderillero o el picador”.

Ayer los merecieron Pedro Muriel y Matias Tejela por el quite que hicieron a Miguel Angel Garcia tras su par de banderillas seguido y casi alcanzado por el toro… Agustin Moreno por su ortodoxia al picar al sexto y José M. Montoliu espeluznante resucitando a su padre, a quien no pudo ver porque lo mató el toro, pareando exactamente igual que él lo hacía.

jueves, 22 de abril de 2010

Los toros de los chinos.

Me contaba el recordado Rafael Belmonte, médico, poeta, escritor y hermano de aquel Juan, inventor del toreo moderno, que fue conocido como “El Pasmo de Triana”, que en una ocasión en la que toreaba en la Maestranza El Viti, como éste al llegar el momento de practicar la suerte suprema, encontró que el toro no le juntaba las manos según él pretendía, le daba reiterados pases por un lado y otro y, tras comprobar si había cuadrado o no, seguía y seguía hasta que un espectador le soltó desde el tendido:

-- ¡Viti... anda que no serás tu na aparcando el coche!

Ayer he recordado esta anécdota cuando escuché que otro espectador cansado de soportar los miedos y el tedio que proporcionaban los presuntos animales bravos que salían de los chiqueros le gritó al empresario:

-- Canorea ¿dónde has comprado estos toros… en los chinos?

En una serie de festejos en el que hasta ahora el mejor encierro ha sido el que salió con el hierro de El Pilar, ayer precisamente el ganado ha estado en las antípodas de éste. Y, por si fuera poco, el sobrero no le ha ido a la zaga. Un toro viejo, grandullón y mal pensado que puso en aprietos nada menos que al catedrático Enrique Ponce y podría clasificarse con merecimientos propios en la lista de los peores que se han lidiado en el ruedo maestrante.

Pero en esta corrida, justo en esta corrida, en la que el maestro de Chiva hasta ha llegado a temer que le echaran el toro al corral y Talavante ha visto frustados sus deseos, a pesar del empeño que ambos han puesto por lograr el triunfo, la única vuelta al ruedo, tras una infructuosa petición de oreja, la ha dado Manuel Jesús el Cid.

El torero al que, a pesar de las grandes temporadas que ha protagonizado, no se le venía reconociendo suficientemente el mérito y en estos momentos, que, hasta ahora, algunos han dicho que no han sido sus mejores, muchos hurgaban en la herida para hacer más sangre.

El Cid ha vuelto a obtener el triunfo en Sevilla. Y en su Maestranza. Aunque para que hubiera sido redondo la plaza entera debería haber secundado el ejemplo de los que tras el soberbio estoconazo con el que dio fin a su enemigo,( anótese con subrayado: un estoconazo, él que tantas faenas esplendidas ha malogrado con la espada ) sacaron el pañuelo y lo hubiera sacado también solicitando implacable la oreja que, recatero, le negó el palco presidencial.

Nadie le ha regalado nunca nada al torero de Salteras. Y esta vez tampoco había de ser distinta. A Manuel Jesús le arropan su pueblo, sus amigos y los que de verdad saben distinguir el toreo honrado del que no lo es.

Dicen que en esta corrida ha comenzado su recuperación. Pero ¿es que tenía algo que recuperar?...

martes, 20 de abril de 2010

La equivocación de Morante

Morante debió haber cortado por lo menos una oreja en la tarde de ayer pero se fue a su casa de vacío. Hay quienes consideran inexplicable la negativa del presidente y existen también los que atribuyen la polémica decisión a una cierta insensibilidad de los tendidos de sombra en los que no flamearon los pañuelos como hubiera sido deseable. Por menos de lo que hizo el de la Puebla se han agitado los más circunspectos espectadores y se ha sensibilizado el duro corazón que en teoría se puede atribuir a cada autoridad presidencial.

Lo malo es que aptitudes así pueden atribuirse igualmente por una parte a la ignorancia, por otra al injustificable capricho o a un erróneo ejercicio al servicio de unas normas estrictas y, en este caso concreto, por una inadecuada medición del número de pañuelos que poblaban el aire de la tarde con su habitual aleteo de palomas. Había tantos en el sol como para doblar los que faltaban en las localidades caras.

Fue, pues, una equivocación. Tan incomprensible para muchos como la devolución del toro más bonito que saltó a la arena.

Ahora bien para mí que quien se equivocó de verdad fue José Antonio Morante de la Puebla. Y con esto le echó el freno a la crítica de la actuación de la presidencia no sea que salpique a mi buen amigo Jesús Martín Cartaya cuya sombra amable puede proteger durante la temporada al usía a cuyo lado toma asiento.

Digo que se equivocó ese torerazo en el que Sevilla ha vuelto a encontrar su ídolo en la torería porque después del valor, la pericia y la decisión que le echó al trasteo de su segundo enemigo, un manso peligroso que tenía tres y la bailadera, ya no le va a quedar razón alguna para rechazar a cualquier otro parecido como hacía, en tiempos felizmente idos, con ese mohín de niño mimado al que le niegan un caramelo.

Yo recordé entonces un soneto que le escribí no ha mucho y con el que me atrevo a cerrar estas líneas apresuradas

El ala de un arcángel marismeño
abriose cual si fuera un camafeo
templando con la norma del toreo
al toro su fiereza en loco empeño.

El ala fue muleta en el diseño
del más florido y tierno devaneo:
coloquio con la fiera su aleteo;
delirio creador, su arte de ensueño.

¡Qué mágia! ¡Qué pureza! ¡Qué locura!
¡Qué plástica torera! ¡Qué elegante
la pose del espada, su apostura!

Pintor de la belleza fascinante
del arte del toreo, la figura
al pie lleva su firma… y es Morante.

lunes, 19 de abril de 2010

El quite de la gorra.

Tendría que verlo una o dos veces más para conocer exactamente porqué pasó lo que pasó. Y ello fue que El Alcalareño, subalterno excelente donde los haya que, para solidarizarse con su jefe de filas, no tuvo ayer su mejor tarde, a la salida de un par se vio apretado, corrió y se resbaló antes de apoyarse en el estribo para saltar la barrera cayendo ante la cara del toro que le perseguía con saña. La cogida era inminente.Y entonces fue cuando voló una gorra que distrajo al animal en una milésima de segundo y abrió un hueco veloz en el tiempo para que la atención del astado fuese desviada a punta de capote. Una gorra providencial impulsada por la mano oportuna de quien se destocó sin dudarlo para hacer el quite.

Soy de los que critican el exceso de personas entre barreras cuando se está desarrollando la lidia. Algunas, justificando su presencia por su quehacer. Pero otras sin misión determinada que tratan de situar en los burladeros de callejón los alguacilillos. Hablo en general. Porque ya se que en la plaza de Sevilla esto se cuida al máximo.

Ayer sin embargo he bendecido esta presencia y sobre todo la calidad de buen aficionado y los reflejos demostrados para hacer volar la pequeña prenda cubrecabezas hasta los cuernos del toro recién herido que corría tras su agresor sediento de venganza.

Y viendo las imágenes servidas por Canal Plus en la repetición grabada de la corrida, he apreciado cómo Victor Santamaría, el realizador, tuvo el acierto de ofrecer de inmediato un primer plano de la gorra sobre la arena que hablaba por sí solo.

De vez en cuando Santamaría hace las cosas bien. No siempre. Aunque los comentaristas se prodiguen en ensalzar su labor. La breve secuencia de la gorra salvadora, por ejemplo, le redime del hartazgo de inútiles planos encadenados que nos sirvió mientras Castella citaba al toro para instrumentarle su habitual y espeluznante pase cambiado por la espalda que habría quedado bien servido simplemente con mostrarlo en un plano general comprensivo del toro y el torero.

Sin embargo, la minuciosa captación de tomas diversas sirvió para modelar el eco televisivo de la obra de arte que consiguió crear con su muleta José Maria Manzanares ante el animal que puso fin a la corrida.

Con todo ello me quedo como probablemente hará el jurado del premio de Ramón Vila al quite providencial.

Chapeau para el quite de la gorra.

sábado, 17 de abril de 2010

En una tarde de infierno, el Juli sube a la gloria.

Ya era hora. Salió con ganas. Sabía que el cerrojo estaba en sus manos prodigiosas.Y lo descorrió . Las dos pesadas hojas de la Puerta del Príncipe se abrieron para darle paso y culminar un festejo que presidió la infanta Elena desde el palco real y en la que los elementos atmosféricos se dieron cita para convertir la tarde en incómoda, desapacible y fría.

Julián López, cada vez más maduro, mas dominador y más sabio, fue escalando peldaño a peldaño desde que apareció sobre la arena su primer enemigo y tocó la gloria de la fama aupado por una multitud entusiasta. Llegó al cielo en una tarde infernal.

El presidente convocó a los matadores antes de empezar la corrida y les recordó que, según el Reglamento, si se hacía el paseillo había que llegar al final y los tres coincidieron en que había que echarse pa´lante. Casta torera, si señor. Y, a partir de ahí, el festejo discurrió entre una serie de chubascos encadenados que no se reflejaron en el estado aparente del albero de la plaza, con un peligro sordo parecido al que manifestaron algunos de los astados que se lidiaron.

La tarde, en lo positivo, fue para el Juli con una oreja en su primero y dos en el segundo.Y en lo negativo para el reaparecido presidente Francisco Teja, receptor de una sonora bronca, por no sacar el segundo pañuelo cuando dobló de un certero estoconazo el primero de El Ventorrillo.

Claman algunos espectadores por la instalación de un servicio de megafonía en la plaza. Si alguna vez se alcanza este complemento modernista, me atrevo a sugerir que le pongan un micrófono al usía desde el que pueda explicar la razón de alguna decisión incomprensible.

Y que sirva también con el objeto de pedir al empleado que abre la puerta del patio de caballos para que salgan los picadores que no debe hacerlo, aunque haya sonado el clarín, hasta que deje de torear de capa el espada de turno.

Lo malo es que algún que otro ocupante del palco presidencial suele mostrarse tan apresurado para enseñar el pañuelo que ordena la irrupción de los montados como remiso en la concesión de orejas, incrédulo tal vez de que haya toreros que son capaces de ganarlas a pares. El Juli, por ejemplo.

viernes, 16 de abril de 2010

Pañuelos verdes.

Las cotas de libertad de que se ha beneficiado el espectáculo taurino han sido siempre tan evidentes que hasta conservan en la actualidad la presencia de los alguacilillos, testimonio histórico de las fuerzas de seguridad que habían de desalojar al público del ruedo para que diese comienzo la corrida y que habían de volver a él con el mismo propósito cuando los exaltados lo invadían bien para colaborar a la muerte del astado o bien para alzar en hombros al matador antes de tiempo.

Pero de eso a asumir la misión arbitral que corresponde al presidente del festejo media un abismo.Nadie ha prohibido nunca las expresiones sonoras de reprobación o de alabanza. En los toros de aplaude o se grita, se silba o se pronuncian esos óles cerrados y casi a media voz con que se rubrica una trincherilla con la satisfacción que provoca un tercio de cante bueno.

Todo eso está bien. Sacar un pañuelo verde, no. Porque esa es misión que corresponde a la autoridad. Y, porque con absoluto respeto a las normas democráticas, todos los espectadores deberían portar pañuelos similares. Y, es más, acompañarlos de los otros que forman la colección completa de moqueros que detalla el reglamento, el blanco, el azul y el anaranjado.

En la corrida de los Victorinos, han salido a relucir pañuelos verdes cuando un sector de público estimaba con mayor acritud que el toro que había salido debía ser devuelto. Y como este goteron verdoso había caído en un tendido que habitualmente ocupan buenos aficionados el hecho resaltaba más y otra parte, igualmente exaltada de la concurrencia, se apresuró a censurarlo.

Total, nada. Una tormenta en un vaso de agua. Pero conviene recordar para enseñanza de los ignorantes que el verde es un color sagrado para los andaluces que, como hicieron un día ya lejano los Omeyas, lo han subido a su bandera y es también la sacra coloración con la que el Real Betis tiñe sus insignias con lo que solo con mostrarla de manera inadecuada ya se están hiriendo los sentimientos de una parte considerable de los espectadores.

La corrida fue otra decepción. Salvo un par imposible de Antonio Ferrera y otro de Carlos Casanova que antes había estado oportunísimo haciendo un quite a un compañero, amen del honrado pareo al segundo de el Boni y su capote de jazmín en el quinto de la tarde, poco se pudo verter en el tarro de la esencias. Y tuvieron la culpa los toros de Victorino.

Muchos aficionados no habrían sacado el pañuelo verde para devolver a un ejemplar determinado sino al encierro entero. Pero como se guardaron las formas con arreglo al respeto que merece la plaza cuando se vio ese conjunto de banderitas verdosas, alguien pudo concluir con razón: Mira, hoy ha venido en el Ave mucha gente de Madrid.

jueves, 15 de abril de 2010

El día del padre.-

Ni puede ni debe desprenderse nunca la Fiesta de los toros de las viejas normas del refinamiento y la cortesía que se cultivaban en los ambientes donde tuvo su cuna. Al espada se le sigue llamando maestro… el banderillero se destoca cuando recoge de la arena la montera de su matador y se la entrega… al más antiguo se le concede siempre la preeminencia… al que preside el festejo se le conoce como el usía y, en una plaza como la de Sevilla donde estas normas empezaron a ejercerse, el torilero no se hace llamar chulo de toriles, ni aparece disfrazado de torero de guardarropía, sino que se muestra como deben ir los señores a la plaza, correctamente vestido con traje de calle, con camisa y corbata y cubierto por la gorra de visera que emplearon siempre los empleados de la plaza.

Dicho esto como preámbulo, a nadie puede sorprender la delicadeza del público y de sus compañeros hacia Antonio Barrera que no quiso faltar a su compromiso de actuar aunque tuviera a su padre de cuerpo presente… su acierto al vestir de catafalco y oro con un lazo negro en una de las mangas… su brindis al cielo a la memoria de su progenitor… el otro brindis que le ofreciera Salvador Cortes… la asistencia en un burladero de callejón de Padilla y Morante, sus amigos, y los aplausos cariñosos que recibiera durante toda la corrida.

Fue un homenaje al padre muerto al que siguió un segundo homenaje al padre vivo cuando Luis Mariscal se acordó del autor de sus días clavando en lo alto un espeluznante par de banderillas que se sacó desde las rodillas justo al llegar al embroque y asomándose al balcón de un animal bravo que no dio facilidad alguna para ser banderilleado. Tributo de admiración también a su familia que, con la foto de su tio Pedro Santipone a un Miura que fue portada en el ABC demostró la hondura y calidad de su casta torera.

La Fiesta es así porque siempre lo fue y lo sigue siendo. Todos los festejos dejan su huella y perduran en la memoria de los toreros que suelen recordar composiciones de carteles, nombres de toros e incidencias de cada corrida. Ayer, en la Maestranza, con las antiguas e hidalgas maneras de la torería se rindió homenaje a esa figura que hoy se quiere difuminar cada vez más, el padre de familia.

miércoles, 14 de abril de 2010

San Público bendito.-

Yo no creo en las supersticiones. Pero en un Martes y trece lidiar una corrida de Palha sobre el papel es una temeridad. Y si la corrida se celebra en la Maestranza, un silicio penitencial para el público sevillano.

Échele usted kilos de paciencia y metros de compresión y se quedará corto. Unos Palhas que no son Palhas, que no tienen la dignidad de parecerse a sus antepasados que llenaban las páginas de La Lidia con imágenes aterradoras que, con solo contemplarlas en los dibujos de Perea, daban ganas de meterse debajo de la cama, se han lidiado en la plaza más bonita del mundo defendida de los presumibles aguaceros con la gabardina de una lona difícil de quitar y premiosa de doblar hasta retrasar el horario de comienzo del festejo.

Decían que los Palhas eran los Miuras de Portugal. ¡Oh tempo, oh mores!... Ya… ni la sombra. Con una identidad perdida entre los diversos cruces que han venido haciendo los actuales rectores de la vacada y un comportamiento para los toreros a medias entre la falta de casta y los excesos de las malas ideas, protagonizaron un Martes y trece para olvidar con cogida grave del mejicano Arturo Macias.

¿Y qué hacía el público ante el espectáculo de bostezos y miradas impacientes al reloj de la plaza?... Aguantar. Soportar. Resistir. Sobrellevar… y, en el fondo, conjugar en todos sus tiempos, un verbo muy utilizado en la expresión taurina: tragar.

En la Maestranza se traga todo. Y no se indigesta nada. Y si los espadas que no van a disfrutar de otra oportunidad ( que ya es sarcasmo llamar a eso oportunidad ) se avienen a torear un festejo así es porque saben que lo que hagan ante los infumables animales que salgan por los chiqueros será valorado en su justa medida por este auditorio de los altares: San Público bendito de la plaza de toros que regentan los señores Canorea y Valencia.

lunes, 12 de abril de 2010

Distintos premios para el toreo a caballo.

Siento lo que voy a decir. Y, es más, probablemente es muy poco oportuno escribirlo hoy cuando todavía resuena el eco caliente de un triunfo taurino de puerta grande. El toreo a caballo está perdiendo emoción. Y cuando esto sucede en un espectáculo que se concibe como de alto riesgo para el que lo ejecuta, mala cosa. Si desaparece el miedo de los tendidos… si los que se acomodan en las localidades de la plaza no sienten el repeluco de la tragedia posible… y los que saben un poco, aunque solo sea una mijita de eso que es el toreo profesional, a pie o a caballo, no se ven obligados a estudiar si el que está delante de la fiera sabe o no sabe resolver los problemas que ésta le pueda plantear… apaga y vámonos.

Añado algo muy serio: Creo que estamos haciendo un flaco favor a la Fiesta Brava y servimos como trofeos en bandeja de plata argumentos a sus detractores que ahora están tan de moda cuando permitimos que salgan por los chiqueros esos animalitos con los cuernos recortados, que es un poco más que despuntados , y las fuerzas justitas para correr detrás de una cuadra de caballos que se van relevando hasta que su jinete convierte al pobre bichito en un acerico inclemente de rejones, banderillas, banderillas cortas, arponcillos, rosas… etc.etc.

Que el rejoneo ha llegado a alcanzar hoy cotas jamás soñadas, es indudable. Y que la doma se ha perfeccionado… y que se consigue que los equinos toreen… y bailen en espectaculares corbetas… que driblen al toro y hasta que lo muerdan… pero ¿qué quieren ustedes que les diga?… Yo no me emociono. Yo me sigo acordando de Angel Peralta cuando a lomos de “Ingenioso” no había animal bravo que se le resistiera y lo mismo servía para clavar banderiíllas a dos manos que para ceñirse hasta dejar la rosa en el morrillo e igual caracoleaba que se balanceaba en la misma cara del toro.

Por eso opino—y es lo último desagradable que voy a afirmar en estas líneas--- que por la misma Puerta del Principe por la que sale un matador que se ha jugado la vida ante dos toros en puntas con trapío y bravura cortando por lo menos tres orejas, no debe salir un domador de caballos por muy brillante y espectacular que haya sido su actuación.

domingo, 11 de abril de 2010

Lágrimas de novillero.

Ese dicho antiguo de que “cuando hay toros, no hay toreros y cuando hay toreros, no hay toros” admite una razonable anticipación aplicándolo a los aspirantes a figuras de la torería.

Lo que pasa es que, aunque pueda parecer duro proyectar la exigencia de la frase sobre la tierna aspiración de los novilleros jóvenes, hay que desprenderse de bondades y conmiseraciones si se quiere corresponder a la exigencia de la Fiesta Brava.

Cuando un ganadero triunfa como tal y los animales que aparecen en la plaza manifiestan unas muy aceptables condiciones para la lidia hasta el punto de que concitan los análisis de los críticos en la opinión compartida, los novilleros no pueden lamentarse ante el resultado paupérrimo de unas escasas vueltas al ruedo. Y aunque alguno salga llorando cuando finaliza su segunda oportunidad sin alcanzar el triunfo con el que soñaba, el enternecimiento se aleja cuando se vuelve la vista atrás, a esos novilleros, cubiertos con vestíos de torear de luces apagadas arrendados a Manfredi que cuando afirmaban que salían a darlo todo o abrían la puerta del Príncipe o la de la enfermería de la plaza.

Esto fue así. Y esta es la verdad de perdernal de la Fiesta brava. Bajar el listón de la exigencia como se toleran las asignaturas pendientes para ascender de un curso a otro puede resultar la práctica actual cuando los políticos cultivan la permisividad para seguir consiguiendo la adhesión de la juventud de la botellona traducida en los votos que les permitirán mantenerse en el poder que es lo único que les importa. Pero el toro, desde novillo, y aun desde añojo, no entiende de mimos ni de suavidades. Y exige como lo hizo siempre.

Las fotos de los toreritos nuevos posando en el estudio estrenando el traje de seda y oro que le haya comprando su mentor son muy significativas. Ninguna de ellas atraería las miradas de aquellos antiguos parroquianos que, ante una verónica o un natural inmortalizados en las fotos que adornaban las paredes de las barberías, recordaban faenas valientes de aquellos que hicieron el paseíllo dispuestos con autenticidad a darlo todo.

viernes, 9 de abril de 2010

Toros en Sevilla. Reminiscencias caducas del pasado informativo

El titular me ha salido largo. Se pasa en dos palabras del que se aconseja para un texto como éste. Pero me da igual. La cota de libertad que por ahora se goza en estos blogs me lo va a permitir.

Hoy empieza el serial taurino continuado en la Maestranza que tuvo el prólogo de azahar y clavel reventón del festejo del Domingo pasado. Y hoy, como bien sabe la empresa y su jefe de relaciones públicas, Pedro Girón, empieza a caer esa pléyade de presumidos comentaristas, escritores y críticos taurinos de los Madriles y su entorno que, con desprecio pasado de moda y de rosca, le pegan un empujón con el culo a los periodistas locales y se sientan en su banco lanzándolos al santo suelo, previa exigencia del lugar preferente que les corresponde, según ellos están acostumbrados a reclamar, en las localidades de la plaza.

Me parece injusto, absurdo y despreciable. Todos los años hago lo mismo. Me salto a la torera – nunca mejor empleada esta frase – las páginas que escriben estos señores y señoras que llegan a Sevilla como si el toreo lo hubiesen inventado ellos, marginando en su ignorancia que se inventó aquí y de toros y de toreros supieran ellos más que nadie, lo cual es notoriamente incierto como ellos mismos se empeñan en confirmar a lo largo del año en no pocos de los patinazos que pegan en sus crónicas.

De verdad, que, salvando a Barquerito, es una especie que debería extinguirse. O, por lo menos, seguir el ejemplo de “El Pais” que se lleva a Las Ventas a nuestro crítico local Antonio Lorca para que enjuicie con su recto criterio la Feria más importante del planeta taurino.
Y que Dios les de su Gloria al recordado Diaz Cañabate cuyo último trabajo, y tal vez el de mayor relevancia, fue sustituir a Cossío, tras su fallecimiento y por expreso deseo de este, en la dirección de Los toros, y a Don Gregorio Corrochano que desde las páginas del España de Tánger imponía un magisterio a la crítica taurina en el que deberían mirarse los que hoy se atreven a “bajar a provincias” para escribir de nuestra incomparable Fiesta Nacional.

miércoles, 7 de abril de 2010

La desarmá.

La fugacidad del tiempo es una constante en la vida del cofrade. Quiero decir que los días se van volando y que, como clamaba Lola Flores con eco antiguo de lamento gitano,”compare cómo juye la vía”.

A la semana siguiente de los siete días del gozo semanasantero todo se escribe con las letras nostálgicas del ayer perdido y ya lo único que cuenta son los días que faltan para un nuevo Domingo de Ramos.

Pero hay algo que permanece en la existencia real de una cofradía y es su vida misma, su actividad continuada e incansable de los trescientos sesenta y cinco días del año multiplicada en sus cometidos culturales, caritativos y sociales y en un repetido limpiar y guardar que son el prólogo remoto e insustituible de la conmemoración siguiente.

Los cofrades históricos denominaron a este ciclo “la desarmá”.

En “la desarmá” se desmontan los pasos, se limpian los candeleros, se envuelve cuidadosamente lo que ha de ser guardado y se apresta con decoro y mimo lo que va a continuar expuesto en esas admirables vitrinas encristaladas en las que las corporaciones exhiben todos los días del año las sayas de la Virgen, sus mantos, sus insignias bordadas y cuantos elementos procesionales acumulan méritos sobrados para mostrarse en ese derroche de arte y devoción que se expone en las casas de hermandad.

La “desarmá” es el fiel de la calidad cofrade. El termómetro que mide su temperatura de creyente a través del camino de las cofradías. La cinta métrica de su altura como partícipe de ese movimiento antiguo que todos los años se deja confundir con la corriente falsa del capirotero.

Trabajarán consumiendo sus horas libres los priostes desprendiendo la cera que sus predecesores eliminaban artesanalmente con la ayuda actual del aire caliente de las secadoras portátiles… se entregarán las cuadrillas de costaleros hermanos al protagonismo gris de las nuevas noches porteando los pasos tapados como gigantescos pianos de cola hasta los almacenes donde dormirán la espera larga de su nuevo esplendor público como altares en movimiento… pero la hermandad seguirá respirando desde sus bolsas de caridad, sus labores sociales o sus cultos internos.

La “desarmá” es un capítulo más, pero ineludible, de la existencia desconocida por muchos de las hermandades de penitencia.

lunes, 5 de abril de 2010

Júbilo pascual en la Maestranza.

Solo por ver cómo cuidan la plaza de toros, puede perdonársele a los maestrantes que sigan manteniéndose como grupo elitista y que traten de redimir, con los premios que ahora conceden a los estudiantes que finalizan con éxito la carrera, su pasado del siglo dieciocho, el de la creación del coso, cuando ejercían sobre la ciudad su influencia, hoy perdida, de ignorante holganza, salvo luminosas excepciones que siempre las hubo.

Con el Pregón, esta vez sonó la flauta que no es el instrumento de los agujeritos sino la trompeta de metal sonoro del toque de clarín de Julio Vera desde el tejadillo de los chiqueros.

Criticada ha sido la elección de cartelistas y pregoneros en los últimos tiempos acumulando desaciertos y si bien es difícil seguir hablando del cartel de este año, en el que la histórica plaza sevillana no se ve por parte alguna, de la exaltación pregonera conviene hacerlo porque se acaba de celebrar y porque el tono de las palabras por fuerza ha de ser de entusiasmo y pañuelo en la mano.

El filósofo francés Francis Wolff la pronunció en la mañana del Domingo y fue, como era de suponer, una meritoria exposición del argumento que ha empleado para la defensa de las corridas en el Parlamento Catalán. El filósofo expuso las razones que le llevaron a escribir este texto y por qué se puede seguir defendiendo la fiesta en el siglo XXI. Es decir que hizo un resumen de su nueva obra, ’50 Razones para defender las corridas de toros’ que podría suponerse pudo tener como mejor escenario la Librería Beta o La Casa del Libro.

Sin embargo ocupó el del Lope de Vega donde ese mismo Pregón lo iniciara en 1983 Juan de Dios Pareja-Obregón y siguieran, nada menos que Francisco Montero Galvache, Manuel Benítez Carrasco,don Alvaro Domecq, el médico Ramón Vila y muchos más que rayaron a gran altura y no desmerecieron en absoluto de tan ilustres predecesores.

A Francis Wolf esta vez le ocurrió lo mismo.Hacia tiempo que no terminaba el acto con el público puesto en pie clamando ¡torero! ¡torero! Y el domingo este fue el resonante final.

Luego al abrirse la tarde como una rosa de Primavera, la plaza estaba “de durse”, remodelada y presumida, y el barroquismo de Morante y la exquisitez de Manzanares hicieron bajar desde los tendidos el auténtico júbilo de la Pascua de Resurrección.

jueves, 1 de abril de 2010

A la voz del capataz

Pido prestado a mi admirado Abel Moreno, compositor donde los haya y creador de innumerables marchas procesionales, el titulo de una de ellas dedicada a los costaleros para encabezar este articulillo semanasantero. Y ,aunque ha podido experimentar en sus propias carnes el trato que reserva esta ciudad que no merece a quienes la gobiernan, hacia los que, por haberse volcado con ella, se hacen acreedores de su exacto cumplimiento de aquel refrán antiguo que avisa que el que se fue de Sevilla perdió su silla, espero que me lo permita y hasta que me lo haga llegar en forma de comentario, que debo confesar que, salvo en lo deportivo, ´el maestro, mas palangana que el pregonero Barbeito de la corbata de las rayas rojiblancas, regalo de Delnido y este servidor, incorregible sufridor betico, en todo lo demás siempre hemos coincidido.
La voz del capataz de mi lejana adolescencia era la del abuelo Ariza, enjuto y encanecido, siempre de riguroso luto y con alpargatas de monjita de las Hermanas de Sor Angela, que mandaba al único paso que entonces sacaba Santa Cruz con tanta eficacia como silente compostura. Y, en contraste, los gritos y los gestos de Alfonso Borrero que desentonaban en la armónica salida del pasopalio de la Virgen de los Dolores de las Penas de San Vicente aunque me inspirase el verso que aun se recuerda de mi Pregón de 1990: Que bien se llevan los pasos, andando sobre los pies – con las mecias cortitas y acompasao el vaivén.

“Y habiendo igualao los cuerpos, al modo de Rafael, aquel Rafael Fatiga que capataz supo ser, si alterar nunca un gesto y con firmeza a la vez, maestro de los martillos y de las voces de miel”, escribí también. Porque era Rafael Franco Rojas paradigma de los grandes capataces de aquellos años.
Hoy me detengo a escuchar lo que dicen estos hombres al llegar a la Campana. Algunos, como Luis Gómez Caminero, el del Cristo del Calvario, como si fuera de nazareno. Otros, en la vertiente opuesta, sacándose de la manga inéditos términos, tal como ese “así… así me gusta…con elegancia” que, en lo vocal no puede ser más inelegante.
Unos, como Antonio Santiago, heredero del magisterio y la eficacia de las formas o los hermanos Gallego con sugestiva parquedad y profesionalismo sin fisuras. Y otros, como mi admirado Carlos Moran, haciendo evangélica petición su preludio antes de cada golpe del martillo: Al Cielo el hijo de Dios.
Luego demostrara su extraordinaria cuadrilla del paso de misterio de San Benito que Sevilla, con ellos, sigue siendo el quinto evangelista.