jueves, 28 de febrero de 2019

TREINTA AÑOS DE CANAL SUR



Cumpleaños de la televisión andaluza. No fue exactamente el 28 de febrero, sino unas horas antes. Y no se celebró como se había previsto en el interior de una monumental carpa de lona con aspecto de gigantesco igloo polar, sino en el Casino de la Exposición aledaño al Teatro Lope de Vega a cuyo espacio se hubo de acudir perentoriamente para solucionar un problema causado por la meteorología adversa.

El tiempo jugó una mala pasada a los organizadores del evento y en las vísperas del 27 de aquel febrero de 1989 muy distinto climatológicamente  al de las calores de la actualidad, una inclemente tormenta de agua y viento se llevó por delante a todo lo previsto para la ocasión.

Fue un circo que voló por los aires al que se refería Paco Lobatón encargado de conducir en estudio la continuidad de la retransmisión de la gala inaugural, acompañando las secuencias del reportaje filmado sobre los compases de la partitura de “Lo que el viento se llevó” .

No fue sencillo el traslado. La figura estelar contratada para la primera transmisión de la televisión que se inauguraba era Julio Iglesias cuyo escenario de luces, micrófonos y complementos audiovisuales había sido montado ya y hubo que desmontar y volver a componer en el interior del Casino que, como conocen de sobra los expertos, mantiene unas condiciones de reverberación sonora que exigen un tratamiento muy singular para controlarla.

Pero se consiguió. El recital lo presentó Carlos Herrera. Lo presidió José Rodríguez de la Borbolla a la sazón presidente de la Junta con todas las autoridades existentes en la ciudad y gozó de un público enfervorizado y entusiasta que aplaudió a Julio a rabiar, pero especialmente a Lola Flores que, tras ser invitada por este a una canción que interpretaron a dúo, cogió el  micrófono y pronunció unas emocionadas palabras que llegaron al corazón de todos.

Luego se proyectó la película “La fuerza del cariño” y, tras de ella, hubo una fiesta flamenca.

Hace treinta años. 

Aquella tele jovencita e ilusionada que irrumpía en el mundo de la comunicación se enfrenta hoy a un entorno distinto erizado de dificultades en el que nada es como antes y hasta Paolo Vasile, el gestor máximo de Mediaset, ha llegado a decir que cada empresa de televisión debe evolucionar al ritmo que marcan los intereses de su público.

Canal Sur tiene que evolucionar. Aunque suene de fondo otra vez la música de “Lo que el viento se llevó”.

viernes, 22 de febrero de 2019

MARISA CARRILLO



Desde la última vez que la escuché, tengo el eco de su voz metido en los oídos. No la oí por la radio sino a través del teléfono. Y no con el móvil, sino desde el auricular del aparato. Una voz femenina, pero rotunda, bien timbrada, de agradable resonancia. Una voz que se alzaba pidiendo un micrófono que la recogiera, una cinta magnetofónica que la conservara y una radio que la difundiera.

Era lógico que llegara a la radiodifusión. Marisa Carrillo, Maria Luisa Carrillo de Albornoz Amorós, subió un día las escaleras del Círculo de los Luises que estaba en la calle Trajano en el edificio trasero de la Iglesia de los Jesuitas y, cruzando su salón con butacas del Cineclub, entró en Radio Vida, la primera emisora de la actual Cadena Cope, que ya había progresado hasta la profesionalidad, y allí se quedó como estrella rutilante en medio de aquel grupo de universitarios que, conducidos por el padre Linares, estaba inyectando aires nuevos a las ondas hertzianas.

En aquellla radio juvenil llena de inteligencia y nuevos proyectos conoció a Manolo Moreno, locutor de la emisora, que luego la acompañaría en sus progresos, a Chano Amador, estudiante entonces de Medicina que alternaba la facultad con la locución y a Manuel Alonso Vicedo, la figura emergente de la comunicación auditiva de aquellos días  y, andando el tiempo, de la mano de este último, cuando Eugenio Fontan, el director general de la Sociedad Española de Radiodifusión, se lo llevó a la SER, apareció deslumbrante en Radio Sevilla y se consagró en el mundo de las estrellas de la radio.

Encontré su número de teléfono y la llamé. Hace un año de esto. Ya no estaba en activo. Había sufrido una grave afección cardiaca y había tenido que someterse a una peligrosa intervención quirúrgica que llevó a cabo con éxito el prestigioso cirujano cardiovascular Carlos Infantes. Pero estaba bien. La encontré animosa y recuperada.Y conservaba su voz poderosa y personal.

Ahora me ha llenado de dolor la noticia de su fallecimiento.

Aquella Radio Sevilla valiente y atractiva que diseñó Vicedo y en la que Manolo Moreno y ella eran las voces representativas, se truncó en el funesto accidente automovilístico en el que fallecieron los dos primeros. Siguió ella como heredera de los proyectos y el estilo.
Pura historia de la mejor radio de la ciudad. 

Un nombre más que desaparece sin premio en el periodismo sevillano.  Sevilla,su provincia y Andalucía parece que no lo tenían incluido en las listas de posibles distinguidos que manejan  los jurados que los conceden.

jueves, 14 de febrero de 2019

OTRA CITA CON LA MACARENA






Un portal de Internet en el que se publican anécdotas y sucesos curiosos de la ciudad, ha recogido una anécdota mía con la Macarena y la ha colgado recientemente prestándole difusión.

Como el texto original,  que tiene la extensión precisa para narrar el sucedido con claridad, ha debido parecer demasiado largo a los autores de esta página digital lo han reducido como les ha parecido mejor.

Agradezco mucho la atención que me prestan y, como complemento, traigo a este blog la descripción completa que fue dada a la luz formando parte de un capítulo de mi libro Días de Cofradías.



OTRA CITA CON LA MACARENA

Me atreví a trasladar a mi pregón de Semana Santa del año noventa algunas páginas escondidas e íntimas de mi vida cofrade.
            Supuse que era un procedimiento adecuado para conseguir algunos de los propósitos que me había trazado para escribirlo. Entre ellos lograr una pieza oratoria de cierto populismo, pero con abierta sinceridad. Aun respetándolos, no me importaban mucho el análisis de los puristas, ni el de la élite de los que se entregan a su crítica despiezándolo y sometiendolo a la diagnosis de la lupa y el microscopio.
            Tampoco me apetecía entregarme sesudamente a la redacción de una tesis doctoral, llena de citas y llamadas a pié de página. Y, como tenía el firme convencimiento de no poder alcanzar la altura tanto de originalidad de conceptos como de riqueza en la expresión a que habían llegado muchos de los oradores que me habían precedido, decidí rescatar estas vivencias arañando la profundidad de mis sentimientos más queridos.
            Por eso conté lo de la Macarena.
            Y fue una sorpresa para todos. Para mi familia. Para mis amigos cofrades.
            Y para mi Hermandad del Calvario a la que debo agradecer el no haberme reconvenido cuando lo supo, si bien algún que otro hermano veterano no pudo evitar, de vez en cuando, la indirecta que se endulza con el aderezo de la broma o el comentario superficial.
            Que el Diputado Mayor de Gobierno de la Cofradía se escapara todas las Madrugadas para ver a la Macarena era muy serio. Y muy duro para los oídos de los componentes de la severa Hermandad de la Magdalena.
            Aunque la deserción fuera transitoria. Aunque tuviera lugar dentro de la Catedral. Y aunque se añadieran otro tipo de atenuantes diversos tales como el sigilo, la absoluta ausencia de repercusiones negativas y que el segundo Celador General asumía la responsabilidad total durante esos escasos minutos que duraba la ausencia.
            Tenía que contarlo. Había llegado a la conclusión personal de que todo pregonero tiene que desnudarse como cofrade sobre el escenario porque le debe al inteligente y culto público que le escucha hasta la última gota de su verdad. Y lo hice.
            Años más tarde, la Junta de Gobierno de la Hermandad del Santo Rosario, Sentencia de Cristo y María Santísima de la Esperanza me hace el honor de encargarme la Exaltación del Cuarto Centenario de la Hermandad.
            Y, cuando la estaba preparando, me pongo a meditar en pasadas vivencias que habían dejado profundas huellas en mi sensibilidad y aflora, por encima de todas, la de los encuentros con la Virgen en la Puerta de los Palos. Es decir, la escena que había trasladado a mi Pregón. Y caigo en la cuenta, con desoladora nostalgia, que eso sería irrepetible.
            Yo no soy el Celador General del Calvario. Ni creo que lo vaya a ser nunca más. Y menos aun podría ser elegido por la Hermandad para desempeñar tal puesto con los mentados antecedentes que, por muy devocionales que puedan ser considerados, conforman una severa nota negativa.
            La constatación de esta cruel realidad me entristece y, al tiempo, me motiva. Y lo llevo al papel. Y hasta me inspira un romance en octosílabos en el que me duelo ante la Virgen porque ya no coincidiré más con Ella en ese instante mágico diciendole, entre otras cosas,
              ...    Yo no podré vestir nunca
                     la túnica macarena.
                     No porque soy como el árbol
                     aquel de las hojas secas
                     el que pusieron adusto
                     de un árbol verde a la vera.
                     El renegrido del fuego
                     el enlutado de pena,
                     el del ruán y el esparto
                     de la mayor penitencia.
                     Pero me atrevo a pedirle
                     un imposible a mi Regla:
                     que me permita que torne
                     aunque una vez sólo sea,
                     entre columnas perdido,
                     hasta acercarme a la Puerta
                     que llaman Puerta de Palos
                     y es para mí Puerta Etérea
                     cuando a la puerta se asoma
                     toda la luz macarena.
                     Y que, otra vez, por ensalmo,
                     aquella cita volviera,
                     yo con mi negro de luto,
                     Ella vestida de Reina,
                     como en los años huidos
                     cuando dejaba las huellas
                     de la Hermandad penitente
                     porque tenía que verla,
                     porque rezaban mis labios
                     Ave María Gratia Plena,
                     porque por fuerza tenía
                     que contemplar su belleza
                     con las ojeras moradas
                     con el cansancio en sus venas
                     pero más guapa que nadie,
                     más Virgen, más... Macarena.

            El verso seguía porque la cita imposible daba para mucho más desmenuzando la nostalgia de que aquello no habría de repetirse nunca.
            Pero, como la Virgen es así, decidió lo contrario. Y en la Semana Santa de ese mismo año, 1995, la madrugada se presentó con lluvia intermitente.
            El Calvario se echó a la calle a su hora habitual aprovechando una pausa bonancible.
            Caminando más deprisa que otras veces, ante un público con paraguas e impermeables, se alcanzó la Catedral. Yo iba en el puesto habitual que ocupo en los últimos tiempos y, al enfilar la nave por la que se sale a la plaza de la Virgen de los Reyes me dio un vuelco el corazón: Allí, en la Puerta de los Palos, me estaba esperando la Macarena.
            Fue la noche insólita de las dos Esperanzas. Se quedó el paso de la Macarena, para preservarlo de la lluvia, poco antes de trasponer la puerta y, después de que el Calvario pasara, se hubo de quedar también el paso de la Esperanza de Triana porque arreció el agua cuando iba a salir.
            Las dos Esperanzas frente a frente. La Virgen retratada en el oro de la Macarena y en la plata refulgente de Triana. El momento inesperado e histórico que recogerían ávidamente para perpetuarlo fotógrafos y cámaras de vídeo y televisión. Pero eso fue después. Los nazarenos de la Cofradía de la Magdalena lo supimos ya de mañana, ultimada la estación penitencial. Cuando salimos de la Catedral, la Macarena estaba sola. Como si estuviera cansada de tanto ajetreo y de la inclemencia de la noche y se hubiera quedado allí haciendo lo que no hace nunca: aguardar que desfilasen ante Ella los nazarenos negros que van detrás. La Macarena se había quedado esperando.

miércoles, 13 de febrero de 2019

CUANDO LA RADIO ERA LA TELE




Rebuscando papeles antiguos ha llegado a mis manos un libro de fascículos encuadernados . Conserva los textos de la novela radiofónica “La sangre es roja” que, para la cadena SER, escribieran Guillermo Sautier Casaseca y Luisa Alberca.

En aquellos años, décadas de los cuarenta, los cincuenta y hasta los sesenta del pasado siglo, la radio que no era el pequeño transistor, sino el aparato de válvulas de volumen parecido al de nuestros receptores de televisión, ocupaba en el salón o comedor de cada casa el puesto que andando el tiempo  le fue arrebatado por la caja tonta.

Naturalmente aún no habían llegado  ni “Servir y proteger”, ni “Amar es para siempre”, ni “Acacias 38” ni “El secreto de Puente Viejo” ni ninguna de  las series con las que las diferentes televisiones captan hoy la atención y la audiencia de los telespectadores y, en su lugar, se emitían  producciones radiadas similares a ésta llevadas a las ondas hertzianas por las bien timbradas voces de los integrantes del cuadro de actores de la emisora, envueltas siempre en una música atractiva y en adecuados efectos sonoros.

Sautier Casaseca y Luisa Alberca fueron dos novelistas nacidos a la sombra de la radiodifusión. Y, más en concreto, de la SER. Ambos fueron ganadores del concurso “Tu carrera es la radio”.

Sautier era un canario, funcionario civil del Ministerio de Marina y Luisa una mecanógrafa del Ejército del Aire, tía del locutor José Luis Pecker, el segundo ante el micrófono de los programas cara al público de Boby Deglané, que se ejercitaba en la mecanografía escribiendo cuentos hasta que inventó uno, lo mandó a la emisora y ganó el concurso.
Los dos fueron muy populares a través de la difusión diaria de los guiones que firmaban en el medio más importante de aquella época, la cadena radiofónica de la Sociedad Española de Radiodifusión que entonces disponía de once  emisoras propias y veinte asociadas.

La vida cotidiana de los españoles de esos años estuvo  acompañada por esas creaciones que, con una realización radiofónica espectacular, invitaba a soñar y servía como antídoto y liberación de apreturas y sinsabores.

“La sangre es roja” dispuso de un antecedente: “Lo que nunca muere” y ambos seriales fueron adaptados para cine y teatro y dispusieron de unos intérpretes de voces de oro y sensibilidad actoral acrecentada: Matilde Vilariño, Mercedes Conesa, Pedro Pablo Ayuso... 

En vocalización, e interpretación acústica les daban sopas con onda a esos actores y actrices de hoy que aparecen en las pantallas cinematográficas y televisivas, rodadas con sonido directo, cuyas frases no entiende nadie y demuestran con sus locuciones inaudibles que las voces de la radio siguen siendo necesarias.

Hoy es el Dia Mundial de la Radio. Telefonearé a mis antiguos compañeros (los que vamos quedando) y los felicitaré con mucho gusto.

sábado, 9 de febrero de 2019

SÁNCHEZ Y COMPAÑIA




Sánchez no está solo. A cualquier presidente le rodea su gobierno. Y éste se halla conformado por unos hombres y mujeres que fueron elegidos libremente por él y que, haciendo uso de esa misma libertad, aceptaron la oferta.

Lo mismo dijeron antes que sí que ahora pueden decir que no. Con la simple aplicación de esa cualidad humana, donada por el Supremo Hacedor, que es la libertad, se puede modificar una decisión anterior.

El Gobierno bonito, de los nombres brillantes y la luminosidad de escaparate que aceptó la designación del presidente Pedro Sánchez, no se ha sentado en sillón alguno previamente rociado de pegamento. Ni aparecen cadenas ni grilletes que sujeten a nadie en los escaños gubernamentales.

Y, si esto es así y el presidente, que encabeza y comanda el grupo, no cesa en su actividad ostensiblemente perjudicial para los bienes públicos, aquellos que libremente se comprometieron a seguir sus pasos ahora y, en vista de estas circunstancias, deberían hacer las maletas y abandonar el barco.

Si Sánchez hasta el momento no parece estar solo, es porque los que le rodean carecen de sentido de culpabilidad para abandonarle. El narcisismo, el egoísmo personal desmesurado, el abandono de las responsabilidades de Estado, la falta de escrúpulos de que hace gala el mandatario gubernamental son compartidos por todos y cada uno de los miembros de su gabinete.

La historia será muy severa con ellos y su mano se convertirá en ejecutora cuando llegue el momento de las urnas para votar.

viernes, 1 de febrero de 2019

LOS PRESENTADORES DE LOS GOYA



Los medios informativos lo han repetido hasta la saciedad. Este año por primera vez los Goya no se reparten en Madrid, sino en Sevilla. Y los presentadores son una pareja de figuras televisivas que se ganan el dinero como humoristas: Andreu Buenafuente y su parte contraria, Silvia Abril.

Buenafuente es presentador de televisión, humorista y productor. Juan y Medio, también. ¿Por qué no presenta Juan y Medio la Gala sevillana?  ¿Por qué cada vez que se elige Sevilla para un evento de esta especie se tienen que traer a un catalán?...O a dos. En este caso Andreu llega seguido por su mujer. Con Juan por lo menos nos  libraríamos de la pareja. El ha dicho que tiene novia, pero creo que permanece soltero por ahora

¿Ha pensado alguna de las mentes privilegiadas que organizan ésta que se ha dado en llamar “la gran noche de cine español” en Bertin Osborne?

Bertín lleva cientos de programas invitando a estrellas del cine, la canción y otras artes a que cocinen y hablen con él en su casa y ha conseguido cifras espectaculares de audiencia.

¿Por qué no dejamos a los catalanes para Cataluña y tiramos de lo nuestro como ellos suelen hacer con lo suyo?

Y temiendo estoy que entre sus gracietas empiecen a imitar el habla andaluza o analicen en clave de presunto humor nuestras fiestas y tradiciones o hablen del futuro de Susana Díaz.

Me encanta el cine, pero cada vez le temo más a la Gala de los Goya.