sábado, 9 de febrero de 2019

SÁNCHEZ Y COMPAÑIA




Sánchez no está solo. A cualquier presidente le rodea su gobierno. Y éste se halla conformado por unos hombres y mujeres que fueron elegidos libremente por él y que, haciendo uso de esa misma libertad, aceptaron la oferta.

Lo mismo dijeron antes que sí que ahora pueden decir que no. Con la simple aplicación de esa cualidad humana, donada por el Supremo Hacedor, que es la libertad, se puede modificar una decisión anterior.

El Gobierno bonito, de los nombres brillantes y la luminosidad de escaparate que aceptó la designación del presidente Pedro Sánchez, no se ha sentado en sillón alguno previamente rociado de pegamento. Ni aparecen cadenas ni grilletes que sujeten a nadie en los escaños gubernamentales.

Y, si esto es así y el presidente, que encabeza y comanda el grupo, no cesa en su actividad ostensiblemente perjudicial para los bienes públicos, aquellos que libremente se comprometieron a seguir sus pasos ahora y, en vista de estas circunstancias, deberían hacer las maletas y abandonar el barco.

Si Sánchez hasta el momento no parece estar solo, es porque los que le rodean carecen de sentido de culpabilidad para abandonarle. El narcisismo, el egoísmo personal desmesurado, el abandono de las responsabilidades de Estado, la falta de escrúpulos de que hace gala el mandatario gubernamental son compartidos por todos y cada uno de los miembros de su gabinete.

La historia será muy severa con ellos y su mano se convertirá en ejecutora cuando llegue el momento de las urnas para votar.

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