Este zarandeo del Euro, acaparador de noticias alarmantes y en gran medida incomprensibles, está sacando a la luz realidades incómodas en la sociedad del momento.
La preocupación alcanza los portales de nuestras casas cuando los riesgos desbordan las economías próximas y nos amenazan directamente. Las empresas cierran. El paro aumenta. Los desempleados han dejado de ser ciudadanos desconocidos para convertirse en amigos y familiares. Y no se atisban signos claros para salir de esta situación cuya solución debería trasladarse sin demora desde las esferas oficiales a las privadas
El diario The Washington Post se ha detenido el pasado fin de semana en analizar la alarmante pasividad hispana actual que abandona la postura emprendedora, en gran parte cansada de soportar pacientemente la espiral de dificultades que se ve precisado a afrontar todo aquel que quiera poner algo en marcha. fuera del empleo público.
La consecuencia es que España necesita imperiosamente dos cosas: fomentar el espíritu empresarial y liberarse de los obstáculos burocráticos. Pero a nada de ello se están dedicando los gobernantes del momento empeñados en un batiburrillo teatral de declaraciones y posturas
Sonroja recordar el conocido estudio del Banco Mundial sobre la facilidad para crear empresas en 183 países, en el que el nuestro ocupa el puesto 147. Y aumenta esta sensación vergonzante comprobar que mientras en Francia o Portugal los tramites para crear un negocio duran entre siete y ocho días, en España llegan a los 47, es decir a más de mes y medio.
Y es que, como dice un amigo mío que ha dejado de ser un modesto empresario de la construcción para instalar un almacén de chatarra:
“Lo malo es que el que se coloca en una oficina pública no solo vive de los impuestos sino que, encima, quiere hacer algo”
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