miércoles, 10 de agosto de 2022

 

EL LLANTO CALLADO DE LOS ANCIANOS

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Los veo a mi lado. Los siento en su caminar lento y  silencioso arrastrando los pies sobre las losetas como costaleros de un paso de cristo.

Son los viejos de hoy. Los jubilados de pensión escasa con ahorros de toda una vida de trabajo y esfuerzo invertidos en pequeñas propiedades inmobiliarias que temen  habrán de malvender para seguir tirando.

Vienen de una sociedad que les parece más justa que esta que han alcanzado a vivir  y no les importaría mucho haberse quedado en el camino. Tienen la amarga sensación de que todos se aprovechan de su fragilidad. Los bancos no les retribuyen los dinerillos depositados en ellos. Les suben los servicios públicos, la luz, el agua...Les aumentan los impuestos con una voracidad imparable que ni  siquiera se detendrá cuando ellos desaparezcan.

Su dignidad les obliga a mantener la cabeza alta intentando recuperar un rasgo que identificaba a los mayores de su niñez: la gravedad. A veces lo consiguen.

Continúan llorando en silencio.

Les oigo cuando les veo y temo que me contagien su tristeza.

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