lunes, 13 de diciembre de 2010

El aguinaldo

El progreso nos cerca con artilugios desconocidos por nuestros predecesores y elimina muchos de los que antaño fueron habituales. Cuando se aproximan las fiestas navideñas y no podemos escapar a la nostalgia volvemos caer en la cuenta de la pérdida irrecuperable del mundo de nuestra infancia.

Ya no rompe el aire neblinoso de las primeras horas el murmullo entrecortado del pavo, paseante despistado en la azotea cercana, que no conseguirá cantar antes de que lo lleven a la guillotina… ni seguirá siendo el carbón negro sustituto de los juguetes de los Magos despertando inquietudes en la grey infantil que hoy desconoce su existencia… ni el cartero, ni el aparcacoches, ni el repartidor de butano… a los que vemos continuamente, nos dejarán una tarjetita como si nos saludarán desde lejos o desde la distancia de muchos días sin vernos… pidiéndonos el aguinaldo.

Hasta los municipales, esos que ahora se llaman Policia Local, suavizaban el lápiz de las multas, porque el bolígrafo aun no había llegado, y convenía llevarse bien con los ciudadanos que en los días de la concordia navideña dejaban de ser infractores en potencia para convertirse en donantes generosos. Y, en medio del tráfico, aquellos agentes de las polainas, el abrigo azul abotonado hasta el cuello y el blanco salacof en la cabeza aparecían como Robinsones felices en el islote pródigo de botellas, cajas de mantecados de Estepa y hasta algún jamón de la sierra.

En las imprentas duermen el sueño de la jubilación esas impresoras Minerva de letras tipográficas de las que salían numerosas tarjetas con el feliz augurio de disfrutar la paz que trae al mundo el Niño recién nacido.

La costumbre nacional del aguinaldo, se revestía en Sevilla de peculiares formas con estos mensajes impresos que llevaban unos remites inapreciables para los estudiosos de los oficios del pasado como, por ejemplo, “La repartidora de los precios del aceite”, que debía ser un boletín diario con las cotizaciones del mercado local… o “El Sereno de la Demarcación” que, además se reproducía en un dibujo con su capote de esclavina, su farol, su chuzo y su gorra de plato. Toda una autoridad nocturna. ¡Casi nada!. Y además felicitaba en verso:

Mientras dormís, yo os velo.
Mientras descansáis, vigilo,
teniendo por todo asilo
las inclemencias del cielo.
Con afán y con anhelo
vuestra vida y heredad
yo defiendo a la verdad
y os deseo en estos días
grandes goces y alegría
y mayor felicidad.

Algunas muestras más de esta poesía petitoria debo guardar entre mis papeles. Intentaré seguir otro día.

1 comentario:

yosefi dijo...

que bonito texto don Joseluis y esa ultima poesia preciosa de verdad,cuanto han cambiado las cosas desde entonces,unas veces a mejor y otras a peor,espero esten todos en su familia muy bien,un saludo enorme para todos.uno en especial ya sabe para quien.