lunes, 11 de abril de 2011

El pregón y el pregonero.

Dicen que al fin le llegó a Fernando Cano la hora de su Pregón y que ha sido tarde. Bueno. Pues si “disen” que “disan”. Disiento en absoluto. Creo con sinceridad que le ha llegado cuando le tenía que llegar porque era necesaria su experiencia en la vida, la solidez de su formación cristiana, su valentía y su carisma para conectar desde primera hora con el público que llenaba el Maestranza y decir lo que dijo y como consiguió decirlo. (Aunque les pise el callo a los que esconden su resentimiento o su sueldo siempre a cubierto bajo el anónimo de la cobardía). En alguna que otra oportunidad he expresado mi opinión de que el acto en sí resulta más un programa de radio que una representación teatral. Y es curioso que, estando como estamos en el mundo de la imagen, un escenario escueto, solo y pobremente adornado con reposteros, en donde se alinean unos cuantos sillones con encumbrados personajes civiles, religioso y militares de la vida ciudadana, que escuchan a un orador que lee un fajo de folios hasta cubrir casi dos horas, concite tanta atención. ¿Cómo se logra esto?... Pues de la misma manera que el cantaor hiere los sentimientos y provoca el ole, el torero destila las esencias de su arte y su valor haciendo ante la fiera lo que quisieran los miles de aficionados que le contemplan sin poder, saber, ni atreverse a intentarlo o el pintor recoge con la mezcla sutil de los colores de su paleta lo que ven los demás, pero no son capaces de llevarlo a la tela sin salir de unos cuantos borrones. El Pregonero que triunfa sale por la puerta grande de la religiosidad cofrade de los sevillanos si dice lo que cada uno de los que le escuchan quisieran decir en ese momento y muestra su corazón encogido con iguales sentimientos, su voz rota con las mismas quejas y sus ojos llenos con las mismas lágrimas. Ayer, desde el escenario en el que el Alcalde se guardaba mucho de aplaudir, Rosa Mar, la presentadora del orador, sentada a su lado, seguía su ejemplo y el Subdelegado del gobierno disimulaba su indecisión frotándose las manos o acoplándose los guantes, Fernando defendió la vida con la Virgen del Subterráneo; habló del ataque a las capillas con el Cristo de la Buena Muerte; del matrimonio entre hombre y mujer con la Virgen de la Encarnación, de los olvidos en Santa Catalina con la Virgen de las Lágrimas, de la Cruz de la Juventud con el Cristo de la Vera Cruz, del maltrato, la droga y el paro, con la Virgen de la Quinta Angustia... Dijo, gritó y se rompió haciendo suyas las voces de los que, de haber estado en su lugar, se hubieran expresado con el mismo sentir y la misma convicción. Y el resultado no pudo ser otro que unos larguísimos y enfervorizados aplausos que salpicaron su intervención desde el principio hasta el final. Tampoco se olvidó de la labor de caridad y de las acciones formativas y sociales que realizan las hermandades ni del trabajo insistente y devocional de los cofrades que nos han abandonado recientemente. Hasta en la crítica se mostró acertado dosificándola con equilibrio. Respetuosa hacia la «dejación, falta de sensibilidad y de conocimiento de aquellos que han recibido como misión propia por su ministerio cuidar de los fieles que les han sido confiados», y con firmeza a las hermandades porque «El cofrade es Iglesia e Iglesia debe sentirse en todo momento» . No. No le ha llegado tarde el Pregón a Fernando Cano-Romero. Le ha llegado cuando le tenía que llegar. Como llega a la mesa de la reunión de cofrades de buena ley, o sea a la mesa de todos los cofrades, ( y el que no lo sea que se levante y se vaya) una copa de oloroso viejo de las bodegas jerezanas de ese cachito privilegiado de Andalucía en el que él vino al mundo, porque se lo pidió a su Padre Dios una muchachita joven que vive en la Macarena y tiene mucha influencia por allí arriba.

2 comentarios:

Angelmo dijo...

Muy bonito y acertado comentario.
Vuelve usted a los micrófonos esta Semana Santa?

Terry dijo...

Los periodistas no se jubilan. El periodismo no es profesión, sino un color distinto en el cristal a través del que se mira y un estado del alma. Y el alma, es inmortal. Por tanto, el periodista nunca se jubila. No nos quiera usted engañar.