En realidad no debe sorprender mucho porque no hay trasero que aguante los repetidos puntapiés que ha recibido en lo que los redactores antiguos denominaban “salva sea la parte”. Ahora dicen que habrá “primarias” para empezar a elegir al sustituto o sustituta, tema que empieza a revestirse de materia nacional cuando, por su propia entidad no debiera importar más que a los interesados.
A la noticia anterior se añade otra igualmente complicado de aceptar: El príncipe Carlos de Inglaterra y su esposa, aquella señora que empezó a caer tan mal cuando se supo que había desbancado a la bellísima Lady Di, han visitado Sevilla en cuatro horas. En cuatro horas. He escrito bien. Y como han tenido tiempo hasta para que les fotografiaran viajando en el metro uno llega a pensar que han oteado la Ciudad de la Giralda asomándose por las ventanillas. Sevilla estaba para chillarla. No se podía aguantar de bonita, de hospitalaria, de agradable. En el centro, los bares llenos, varias cuadrillas de costaleros probándose bajo las trabajaderas… la gente, guapa. ¿Una ciudad así se visita en cuatro horas?...
Al bueno del general Esquivias, que acaba de dejarnos y que protagoniza la última noticia increíble de estas líneas, habría que preguntarle cómo se podía hacer eso. Y a buen seguro que ni su cultura, bien asentada en los amplios conocimientos que siempre mostraron por aquí los artilleros, ni su socrático enfoque de las cosas hubieran encontrado respuesta.
El excelentísimo señor general, tratamiento al que se podía llegar por repetidos caminos para designarle, todavía conservaba en la ciudad que le vio nacer amigos que le llamaban Manolin Esquivias. Ahora se le recuerda al frente del Gobierno Civil en momentos muy difíciles y en la Capitanía Militar más tarde. También como anfitrión ejemplar en su caseta de feria.
A mí me gusta más traerlo a la memoria como hermano del Gran Poder y recrearme en los últimos momentos pasados en su compañía cuando coincidimos en un acto en el que la Hermandad nos premiaba los años que pertenecemos a ella.
El General Esquivias Franco se nos ha ido cuando ya había superado los noventa. Increíble también. Un sevillano tan caballero y tan clásico no debería morirse nunca.
Tan difíciles de aceptar como las dos noticias que la preceden es ésta.
Y, sin duda, mucho más triste que ellas.
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