jueves, 31 de marzo de 2011

Ahí queó.

Se llena la noche de voces que suenan familiares aunque quien sabe si es la primera vez que alcanzan nuestros oídos. El paso se ha detenido bajo el balcón. Es una parihuela con sacos que parecen pesados sobre la tablazón desnuda y debajo se apiña la cuadrilla de costaleros que descansan entre chicotá y chicotá. Tal vez alguien apague transitoriamente el reproductor de compacs que aporta la música precisa para que la ilusión suba de grados. Las cuadrillas de pasos que desfilan a los compases de marchas procesionales llevan grabadas estas para que los ensayos se ajusten más a la realidad. Las otras,no. Y sus trabajos previos resultan aun de mayor dureza.

Este año los costaleros del pasopalio de la Virgen de la Merced habrán podido probarse con Amarguras, Ione, Solea dame la mano o cualquier otra de las que integran el rico y variado acervo de las composiciones sinfónicas de las cofradías sevillanas porque, al fin, la Hermandad de Pasión cerrará su cortejo procesional con una banda tras el manto de su Virgen. Será la prestigiosa de la Oliva de Salteras la elegida para este singular estreno y con ello culmina una decisión de la Hermandad insistentemente trabajada que ha salido adelante tras vencer no pocas oposiciones.

El Señor con la cruz al hombro que tallara Juan Martínez Montañés es una figura tan sobrecogedora, tan humana y al mismo tiempo de tan cegadora divinidad, que. Como es sabido, a su mismo autor hacía exclamar en el paroxismo de la admiración que no había podido salir de sus manos. Y, por si fuera poco, ese orfebre genial que fue Cayetano González le hizo el paso de plata más hermoso que soñar pudiera para que sobre él desfilara por las calles de la ciudad. Con todo ello la Virgen siempre pareció mostrarse en un plano inferior aunque su paso fue progresivamente aconsonantado a la suntuosidad de los enseres de la Cofradía. Y se ha enriquecido recientemente con los nuevos respiraderos en los que los Hermanos Delgado han dado nueva muestra de su magistral dominio del viejo arte de los orfebres de Sevilla invirtiendo cinco años para obtener con ciento diecinueve kilos de plata otra obra colosal que sigue la línea de la de Cayetano González sublimándola con una minuciosidad y variedad de estilos dignos de las más reputadas joyerías.

A Ella, como ya hice en el libro “Dolorosas de Sevilla”, pero ahora con música de fondo, otra vez le digo Merced os pido que me hagáis, Señora, de escuchar mi palabra conmovida que, al final de estas glosas, atrevida, vocablos busca con fulgor de aurora. Cantaros quise; mas reparo ahora en mi pobre elocuencia deslucida y por eso la traigo, sostenida en ese amor filial que os implora. Más bella que la flor recién cortada, más limpia que la espuma de la mar, pues nada en este mundo es como vos, os dejo mi canción desventurada que torpe me encontré para cantar los dones que tenéis del mismo Dios.

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