miércoles, 28 de noviembre de 2012
El Cirineo no tiene invitación.
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Si el Via Crucis extraordinario que se va a celebrar con motivo del Año de la Fe fuera un acto habitual de la vida de relación, al jefe de protocolo no se le perdonaría el olvido. El Cirineo estaba en la lista de invitados por derecho propio y nadie se ha preocupado de invitarle. Repásese el texto del acontecimiento. Se encuentra un protagonista resaltado, Jesús. Y una serie de nombres propios de personajes secundarios de la Pasión. Por orden de aparición en escena, como se diría al relacionar los intérpretes en el teatro antiguo, Judas en el segundo acto, Pedro en el cuarto, Pilatos en el quinto, y el Cirineo en el octavo. Pero el bueno de Simón de Cirene, jardinero de profesión, que podría venir con sus hijos de arreglar el jardín de un chalecito, no ha recibido el papiro enrollado que lo introduce en la ceremonia.
Lo de que era jardinero lo pone Luis Ortiz Muñoz que sabía mucho de textos bíblicos y por eso dio uno de los primeros pregones de Semana Santa en un trabajo suyo dedicado a este huertano del que los sinópticos dicen que “le obligaron a llevar la cruz” (Mateo 27, 31 -32) … “era padre de Alejandro y de Rufo” (Marcos.15, 20 -21) o sea miembro de una familia conocida en el contorno…y “le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús” Lucas, 23,26. Aspecto importantísimo éste. El hombre que venía del campo no solo ayuda, sino que es obligado a cargar él solo con la cruz cuando el desfallecido Jesucristo no puede materialmente con ella.
Parece que Simón acompañó a Santiago en su visita a España y que llegó a ser figura relevante entre los cristianos de aquellos primeros tiempos alcanzando el nombramiento de obispo.
Joaquin Turina y Areal se detiene en él pintándolo en el cuadro famoso que ofrece en primer término a un asombrado Martínez Montañés clamando entre lágrimas que esa obra excelsa que muestra al Dios hombre tronchado bajo el peso de la cruz no había podido salir de sus manos. Y la Hermandad de Pasión lo sacaba en la década de los cincuenta en una figura escultóricamente muy interesante ya que mostraba una cabeza y unas manos que databan del siglo dieciséis y alguien atribuyó a Juan de Mesa en un cuerpo que había tallado Fernández Andés. Más adelante, llegados los setenta, lo sustituyó por otro que se debía a las gubias de Sebastián Santos Rojas. Y, por último, optó porque el Señor fuera solo en el paso en una decisión tomada en uso de su propia soberanía que Dios me libre de discutir.
Ahora bien, esto no empece que yo diga lo que acabo de escribir que no deseo que pase como opinión, sino, simplemente como una realidad que está ahí y bien sabemos los que nos dedicamos a este oficio que los hechos son sagrados y las opiniones, libres.
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