viernes, 3 de abril de 2015

MADRUGADA DE PARAFINA


Algo habrá que hacer. Con seriedad y firmeza. Previo acuerdo sensato de las partes implicadas. La ciudad no puede permitirse que grupos disparatados se reúnan en los aledaños de los escenarios donde discurre su fiesta más popular agrediéndola con su conducta.

No se menoscaba la libertad ante la exigencia de respeto a las más elementales normas de convivencia. Las cofradías que discurren por un perímetro limitado de su viario urbano no deben quedar expuestas a los desmanes y consecuencias desagradables que se desprendan de la conducta incívica de caracterizados grupúsculos de sus ciudadanos.

Ir a ver cofradías no es citarse para hacer botellón. Que se vayan a Sevilla Este.
Ley seca en la ciudad penitencial. Anunciada y requerida poniendo en práctica los recursos de un Estado de Derecho.

Hay que recuperar a toda prisa la ejemplaridad ausente.

Y al mismo tiempo solicitarla a los protagonistas. A las cofradías. Los nazarenos antiguos hacen mal cuando permanecen inmóviles para presenciar cómodamente la salida de los pasos cerca de los cuales les permiten procesionar sus bajos números en las nóminas de hermanos.

Si las parejas de los últimos tramos no avanzan hasta que las imágenes están  en la calle, su lugar habrá sido ocupado por el público espectador al que será difícil desocupar del espacio que estos hermanos han dejado antes. Los pasos avanzarán a duras penas y aquí mismo dará comienzo y empezará a crecer el retraso.


Como los cirios de cera deficiente doblados ante el empuje del sol, la Madrugada, si no acudimos con urgencia a resolver estos problemas, mucho más preocupantes, a nuestro modo de ver, que los de horarios y recorridos, puede dejar de ser la noche más hermosa para convertirse en la noche de la parafina. 

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