domingo, 12 de abril de 2015

Y DALE CON LA MADRUGADA



La Madrugada es como es. Y, para acercarse a ella, hay que lavarse las manos y perfumarse el aliento, como dicen que hacía Manolo Caracol antes de troncharse sobre la baranda de hierro de un balcón de poca altura para cantar su saeta acercándose a la cara del Cristo que pasaba.

Hemos padecido otra Madrugada que quiso ser de pánico como aquella del dos mil de la que han transcurrido quince años y cuyos pormenores dejé escritos en un libro que titulé así, “Madrugada de pánico” y casi en la mitad del siguiente, “Nazarenas, dineros y más de la Madrugá”, ambos editados por la desaparecida Editorial Castillejo.

Quiso, pero no pudo. Afortunadamente. Tal vez porque aquella, de infeliz memoria, dispuso de unos antecedentes que la motivaron que no se han dado en ésta. La del dos mil fue una barbaridad que, según todos los indicios, contó con organizadores adultos (nada de golferías de niños maleducados) a los que se les fue de las manos. Esta, una consecuencia de la permisividad y la confianza con actitudes incívicas y leyes y ordenanzas sin guardia de la porra para hacerlas cumplir.

De la Madrugada indigna recordaba Rafael Navarrete Bohórquez el pasado día 4 en el Diario de Sevilla:

“Estábamos en la esquina de Laraña con Cuna y a nuestro lado un chaval de 18 años hablando por móvil: ¿entonces ya habéis empezado? ahora vamos, y sacando una pistola de su cintura dio dos tiros al aire. Entonces miro al televisor y veo las famosas imágenes del nazareno de los gitanos que llega a la Campana corriendo con el bacalao para informar a sus compañeros de lo ocurrido en Santa Ángela de la Cruz”.

Un testimonio más que añadir a los muchos que, en este sentido, recogí aquellos días para los dos libros citados.

De esta última destacan la ausencia de histeria colectiva en el público espectador… los buenos propósitos de las autoridades, reforzados porque estamos en el delicado tiempo para los políticos de las elecciones próximas… y la torpeza evidente de quienes se atreven a formular ante cámaras televisivas o papeles periodísticos taumatúrgicas fórmulas de arreglo incluyendo nada menos que la posibilidad de una segunda Madrugada.


¿Se puede aventurar una memez mayor?

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