viernes, 26 de enero de 2018

MOVILES INVASORES



Las familias no hablan entre sí. Los niños se relacionan con las maquinitas que llevan a todas partes. Los matrimonios abandonan eso tan saludable de poner en común mediante el  intercambio de pareceres todo lo que tanto afecta a la pareja como es el desarrollo de la vida matrimonial y la educación de los hijos. Los jóvenes dialogan entre ellos, pero siempre con la mediación del artilugio informático, cada vez más desarrollado y más exigente con la dependencia sin fisuras.

Estamos siendo invadidos por las maquinitas. Se llamen como se llamen: móviles... smartsphones...  tablets...

Odio las maquinitas. Cavan una profunda sima en la comunicación entre abuelos y nietos y esta circunstancia no es nada baladí y me afecta profundamente por razones de edad.
Niño criado por abuelo, nunca muchacho bueno, decía el antiguo refranero. Hoy las maquinitas ni siquiera nos dejan a los abuelos malcriar a nuestros nietos. Para eso están ellas que a saber qué les ofrecen y con qué propósito.

Cada vez que aparece en la tele un pedagogo, un médico o cualquier sociólogo y habla de los efectos de los móviles y sus desarrollados sucedáneos corro a llevar sus avisos a quienes considero responsables domésticos del uso sin medida ni control de estos artilugios.

No creo ser timorato, ni asustadizo, ni ignorante. Y mantengo mi curiosidad y agradecimiento a las ventajas de la modernidad. Pero tengo los ojos abiertos. Y no me gusta nada esta invasión.

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