Una foto retrospectiva publicada en Abc el pasado viernes amparada por un hermoso texto de Aurora Florez,me empuja a revolver viejos papeles buscando las huellas del veraneo de antaño
Para algunos era una época romántica, dichosa y despreocupada que se perdió por las rendijas del avance de la historia y la alteración de las costumbres.
Tiempo de estancias en Sanlúcar de Barrameda,la playa burguesa del Sur,a la que se llegaba no por carretera, sino navegando por el Guadalquivir en un gozoso anticipo del contacto vacacional con las olas marinas.
Se estaba muy lejos de la masificación y de los nombres que luego se alzaron con máximo protagonismo en los desplazamientos y permanencias al borde del mar.El calor siempre sofocante de Sevilla,se atenuaba en Cádiz, en los Puertos, en Puntaumbría,cruzando la ría en barco y, sobre todo, en Sanlúcar.
Los amantes de las playas salvajes emprendían safaris domésticos cruzando las dunas que ocultaban Matalascañas en carros de tracción animal o a lomos de caballos y mulos y allí permanecían, alejados de la civilización, robinsones de las grandes extensiones enarenadas.
Quienes iban a Sanlúcar disfrutaban del prólogo encantador del viaje en unos vapores que atracaban en la banda trianera y se desplazaban río abajo como los humeantes de altas chimeneas del Mississipi.
El río era entonces más río.Y el puerto fluvial más puerto.En la banda de Sevilla, las embarcaciones que descargaban pescado atracaban en el Muelle Metálico, frente a la calle Adriano.Unas, pintadas de color plomo, del armador Carranza.Otras,tintadas en blanco, de las pescaderías gallegas que entraban y salían con mercancías diversas en lastre o carga.
En la banda trianera, en un barrio que auténticamente se hallaba vinculado al Guadalquivir,la calle Betis, que hasta 1859 se denominó entrañable y poéticamente “calle de la orilla del río”, con un Altozano terrizo y casas blancas como palomas, era como el malecón corrido al borde de la incesante actividad fluvial.
En esta zona la “Compañía de vapores Sevilla-Sanlúcar-Mar” disponía de muelle propio y se ufanaba de ser poseedora de diversas embarcaciones que ponía a disposición de los veraneantes tanto para el transporte de pertenencias como para el de las familias.Al primero de esos menesteres se dedicaban naves de tamaño más reducido.Entre ellas, una, matriculada con el nombre de “Bajo de Guía”.Al segundo, consagraban dos barcos grandes dotados de todas las comodidades de la época, el “San Telmo” y el “Sanlúcar”. Había otro buque, de distinto porte, el “Cádiz” que es el que recoge la foto a que hago referencia.
La Compañía tenía sus oficinas y despacho de billetes en el edificio “El Faro”, frontero a la Capillita del Carmen, en la esquina que forman el río y el puente, en cuya parte inferior, en uno de los rincones que dan a la corriente, estuvo siempre esa cara de león que venía a señalar el nivel que debían alcanzar la aguas de una crecida para que se anegase Triana.
No es por tanto el edificio “El Faro”, adelantado de Triana al llegar a ella cruzando el puente, construcción antigua y menos palacio del siglo dieciocho, como se pudo pensar, sino oficina y taquilla de la empresa naviera cuyos vapores con chimeneas pintadas de rojo y negro que eran sus colores característicos, hacían continuamente la travesía a Sanlúcar de Barrameda en aquella época dorada para algunos en la que bien podía decirse que la playa empezaba en Triana.
2 comentarios:
Cada vez que paro por Sanlucar, allá por Bajo de Guia, y veo los barcos rio arriba, me gusta imaginar que van hacia esa Sevilla que tan bién nos describes en esta entrada.
Un saludo y gracias por recrearnos esa Sevilla.
PD. Suelo seguir este blog, pero hasta hoy no me he atrevido a comentar nada. Enhorabuena por este rincón.
Gracias,Edward. Me alegra que te guste.Espero nuevos comentarios.
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