viernes, 4 de febrero de 2011

Carmelo Franco

Yo dije en mi Pregón de Semana Santa del año noventa ( ay, Dios mío… veintiuna madrugadas han pasado ya con mi Calvario en la calle ) en una de las estrofas de un verso dedicado a capataces y costaleros:

¡Qué bien se llevan los pasos
andando sobre los pies!.
Y habiendo igualao los cuerpos
al modo de Rafael,
aquel Rafael Fatiga,
que capataz supo ser
sin alterar nunca un gesto
y con firmeza a la vez,
maestro de los martillos
y de las voces de miel …

Uno de estos últimos capataces, Carmelo Franco del Valle, coetáneo nuestro, acaba de abandonarnos para subir allí donde Jesús Resucitado aguarda a esos incomparables catedráticos del llamador, de voces sabias y órdenes precisas, para pasearse en un paso de gloria.

“Has hecho bien en decir Rafael Fatiga en vez de Rafael Franco Rojas porque así has recordado a toda esa dinastía de capataces magníficos”, me dijo a la salida del Lope de Vega el recordado Javier Fal que fue uno de sus más aventajados discípulos.

Carmelo escribió en l986, “Martillo y Trabajadera” un trabajo esplendido y concienzudo de investigación que el Consejo General de Hermandades y Cofradías premió con un accesit en el concurso de Monografías que había convocado, patrocinando al año siguiente su primera edición.

Nadie podía haber escrito con mayor conocimiento, más experiencia y mejor propósito esa historia de cien años de capataces y costaleros que él inició profundizando hasta las primeras cuadrillas y los capataces más celebrados de entonces como aquel mítico Tarila que mandaba el paso de la O arrodillado en medio de la calle hasta llegar a los hermanos costaleros de nuestra época.

Carmelo Franco del Valle, hijo de Rafael Franco Rojas y nieto de Rafael Franco Luque que, al contraer matrimonio con una hija de la esposa de Juanillo Fatiga, heredó este apodo, estuvo diecisiete años al frente de los pasos de muchas hermandades sevillanas, el Cachorro, San Roque… y sobre todo Pasión en cuya cofradía salió diez jueves santos como capataz titular del paso del Señor.

A lo mejor, no obstante lo escrito, se lo encuentran ustedes por la calle: solemne, sencillo…vestido de oscuro, con los pulgares metidos en los bolsillos del chaleco… y no estarán viendo visiones. No será ni su padre ni él, sino su hermano Juan Antonio, mellizo o gemelo con Carmelo, al que yo mando desde aquí un abrazo entrañable.

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