martes, 7 de junio de 2011

Un despiste imperdonable.

Mío, por supuesto. José Maria Toro, director de Guadalturia, la empresa editorial que me ha publicado mi último libro, me invitó a la presentación del de mi dilecto antiguo compañero Julio Martínez Velasco, pidiéndome que interviniera, junto a Nicolás Salas y Joaquín Arbide, pronunciando unas palabras en el acto.

Nicolás recordaría el tiempo que pasaron juntos en el ABC, Arbide, su actividad como crítico teatral y yo sus colaboraciones como investigador cofrade.

Me gustó la idea y preparé a fondo cuanto iba a decir centrándolo en sus seriales en el periódico, sobre todo en aquel que título “Radiografía emocionada de la túnica” y sus trabajos sobre la vida y la obra de Juan Manuel Rodriguez Ojeda, frutos estos del anterior.

Incluso proyecté un eslabón de enlace con cuanto dijera Joaquín en torno a su prolífica y documentada aportación en la crítica teatral rememorando el análisis que hizo de “Otelo, el moro”, la versión que escribió García Montero de la obra de Shakespeare que dirigió para el CAT Emilio Hernández y en la que mi hijo Antonio Garrido encabezaba su primer reparto en el papel de Yago, junto a Juan Manuel Lara que hacía el celoso musulmán veneciano e Irene Pozo que interpretaba a Desdémona.

De aquí pasaría a su faceta de autor teatral rememorando su ingeniosa “Pipirijaina del Titirimundi”, cristobitas de la sierra y la marisma, teatro de guignol que utilizó para estrenar en el salón de actos de Radio Popular en la calle Vírgenes “La primera aventura de Don Juan”.

Ocurrió esto en Noviembre de 1972. Así que una foto de aquellos días en torno al cartel de las marionetas en la que ambos nos mostramos sonrientes, mucho más jóvenes y luciendo las pobladas patillas a lo Beatle, que entonces estaban tan de moda, me servirían para situar con oportunidad el comienzo de mis palabras.

Este era el propósito en líneas generales. No contaba con mi tradicional despiste. En mi agenda había anotado también otra presentación de novedad editorial, la de Juan Miguel Vega, tan amigo como Julio e igualmente admirado,de su obra “Sevillanos” a celebrar al día siguiente.

No consulté la agenda.Y me fui a la que no era y dejé de ir a la que era.

O sea que me anticipé veinticuatro horas al acto de Juan Miguel y ya me pareció una descortesía llegar tarde al de Julio.

Aquí tengo los folios que redacté para él a los que miro con la desazón de lo irreparable.
En esta ocasión, el Blog me sirve para, avergonzado, pedir disculpas.

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