Hablar en los toros y hacerlo en alta voz en corridas importantes puede resultar tan inadecuado como charlar en una sala de conciertos en mitad de una sinfonía especialmente en dos ocasiones: cuando el tema de conversación diverge de lo taurino o cuando los parlanchines se creen poseedores de la verdad y la sapiencia. Romper el silencio, tan evocado y necesario, en ambas circunstancias, y más en algunas plazas señeras, supuso siempre desafiar las buenas formas y exponerse a una censura airada.
Cuando se atiende al desarrollo de una corrida por televisión la imprudencia oral puede ser cometida por aquellos que se sitúan al lado del telespectador aficionado, lo que sería de alguna manera disculpable; pero también por los que han recibido el sagrado encargo de subrayar con sus palabras lo que está sucediendo en el ruedo y eso sí que no admite disculpa alguna.
Comentaristas hay por esos ruedos de Dios que aun no se han enterado de que una cosa es la tele y otra la radio. Que en esta última hay que describirlo todo, salvo lo que resulta descrito por su propio sonido, porque nada se ve y la carencia de imágenes visuales ha de ser sustituida por el verbo narrativo, pero en la tele,no. La televisión es básicamente un encadenado de escenas en movimiento. Y atender el desarrollo de un festejo teniendo que soportar el moscardoneo de un locutor puede llegar a ser sencillamente inaguantable.
Por eso resultan gratificantes las acotaciones sabias de los toreros retirados investidos como asesores. Roberto Dominguez brilló a gran altura completando las descripciones de Fernando Fernández Román, en la uno de TVE. Emilio Muñoz cada tarde se gana un sobresaliente cum laude impartiendo conocimientos y experiencia desde Canal Plus toros
Roberto enseñó en sus días la importancia de no perder detalle alguno de lo que hace el animal cuando aparece en el ruedo, cómo corre, cómo se mueve, si cornea o no los tableros, si se vuelve al derecho o al revés al salir del capote en los primeros lances, si embiste con las manos por delante…
Emilio Muñoz, incidiendo en estos aspectos fundamentales, como en otros muchos más, a lo largo de la lidia del animal, suele detenerse en una cuestión esencial de su acometida: cómo pone la cabeza cuando embiste: si la lleva suelta, si humilla, si en vez de empujar con los pitones lo hace con el hocico…
Es entonces cuando los buenos aficionados, por mucho que sepan de toros, en vez de reclamar silencio, piden papel y bolígrafo para tomar apuntes.
1 comentario:
Eso mismo pienso yo de las retransmisiones televisivas de Semana Santa. Los locutores hablan de más.
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