miércoles, 9 de noviembre de 2011

Libros sin eco, libros históricos…libros de cocina


Me sorprendía días pasados Ignacio Camacho desde su columna de ABC con una curiosa observación: en algunas aulas del sistema oficial de enseñanza, se están explicando los siglos en los que mandamos en el mundo con las aventuras del capitán Alatriste nacidas de la fabulación novelística de Pérez Reverte.

El hecho me parece una genialidad más, adecuada a las improvisaciones e intrascendencias de este gobierno que ha entrado ya en su senda de planeo, con la pista de aterrizaje a la vista de la tripulación. Afortunadamente.

Me alegro por Pérez Reverte que, por cierto, le dedicó recientemente una carta de despedida al inefable Zapatero que no tenía desperdicio. Y lo siento por los historiadores serios y por todos aquellos maestros de escuela a la vieja usanza que se volvieron escritores docentes para simplificar y acomodar la aridez de la descripción minuciosa de lo acontecido a la mentalidad infantil.

A los libros les viene muy bien cualquier apoyo que complemente la gestión mercadológica que generen a su alrededor.De otra forma son voces sin eco. No se si ahora se edita más o menos que antes, pero suelo detenerme en los escaparates de las librerías y siempre los encuentro con novedades y, aunque se alzan voces proclamando la decadencia de la letra impresa, rendida ante la invasión arrolladora de los textos cibernéticos, acaricio la posibilidad de la permanencia del libro tradicional. Ese que nos acompaña en los momentos de sereno reposo en el sillón o en la cama como preludio del sueño.

Pero hacen falta iniciativas luminosas como esa de recordar las hazañas hispanas a lo largo de los siglos quince y dieciséis con las novelas de aventuras para que el mercado editorial se anime.

Lara se sacó un día de la manga el Premio Planeta y hay que ver la cantidad de “Riñas de gatos” que se llevan vendidas desde entonces. Y saco a colación el título de Eduardo Mendoza porque fue el último que leí con el aval del premio del siempre recordado editor de El Pedroso.

Hoy, en vez de Premios Planeta aparecen los libros de cocina que se promocionan en la tele. No hay programa matinal que se precie en el que la señora estupenda que lo presenta no haya escrito un libro de guisos y fogones. Y así si la concursante esa que telefonea y lo primero que dice es “enhorabuena por el programa” pregunta si los huesos de santo pueden rellenarse de bacalao, ella responde con la mejor de sus sonrisas “como supongo que tendrás mi libro, vete a la página ochenta y cuatro. Allí te lo cuento”.

No me explico cómo Girones de Azul o Guadalturia que son las editoriales sevillanas que se está moviendo más no tienen ya una señora estupenda en la tele mañanera promocionando su libro de cocina.

Contribuirían a la cultura de las obras impresas de manera tan notable que no necesitarían ni siquiera a Julio Cuesta que ese sí que hace por la difusión de las nuevas creaciones literarias desde la generosa y acogedora Fundación Cruz Campo.

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