Creo recordar que el pregonero declaró a un compañero de la prensa que lo que más trabajo le había costado de la conformación del texto era el tener que cortar mucho de lo escrito para limitar su extensión.
Ayer, cuando ya habían transcurrido dos horas desde que dio comienzo a su lectura y no se atisbaba el final, hube de deducir que habría debido agotar el papel y la tinta de su impresora cuando obtuvo su primera redacción. La duración total llegó a rozar las dos horas y cuarto. Demasiado tiempo para un auditorio que comenzó a abandonar discretamente el Teatro antes de que finalizara o formaba largas colas en los servicios como las de los aseos catedralicios los días de la Semana Santa.
Lo escribo aquí con todo respeto y deseando que nadie tome estas palabras como si compusieran una crítica que estoy muy lejos de querer hacer.
Luis Rodriguez Caso en su época de presidente del Consejo era la primera recomendación que hacía . Que se intentase hablar como mucho durante una hora y, si era necesario, quince minutos más. Pero no se pasase de ahí.
Esta visto y comprobado que Adolfo Arenas no sigue esta pauta.
Lástima. Una vez más conviene acudir a Gracian para traer a colación la sabia frase de que lo bueno y breve es doblemente bueno. Y observar el comportamiento de un grupo de personas y su reacción ante una exposición oral, hoy exhaustivamente analizados por sicólogos y sociólogos con vistas a optimizar los mensajes de publicidad o propaganda.
La autocirugía es el encargo más difícil de cumplir que recibe un pregonero . Ultimado el texto, si excede de una duración razonable, debe asumir la dolorosa decisión de amputarlo, lo que implica una continuada zozobra de titubeo. Es posible que no le abandone la duda de que lo omitido era lo mejor. Pero ante el bisturí y la tijera no debe admitir contemplaciones.
Si le flaquea la voluntad, el resultado puede ser penoso.
Porque, si la brevedad duplica lo bueno, la extensión lo reduce al cincuenta por ciento. Y más aun si va creciendo con perfiles de eternidad.
Eso es lo que pasa.
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