jueves, 26 de abril de 2012
Una feria y muchas nás
Va para bicentenaria, es decir camino de cumplir doscientos años. Sabido es que la famosa Feria de Abril de Sevilla es tan sevillana que la crearon dos ciudadanos foráneos, un vasco y un catalán, Narciso Bonaplata y José María Ybarra. Ambos eran capitulares del Ayuntamiento de la Ciudad que presidía el Conde de Montelirios. Corría 1846.
Centuria y media más tarde, cuando en el almanaque campeaba el 1996, se celebró con todos los honores su ciento cincuenta aniversario y entonces la vara de mando de la Alcaldía reposaba en las cuidadas manos de otra sevillana de importación, la alcaldesa de feliz ejecutoria Soledad Becerril Bustamante, madrileña de nacimiento, pero vecina de los Reales Alcázares en su Patio de Banderas durante mucho tiempo.
Esto para los que conocemos algunos de los secretillos de esta viejísima urbe no es ni extraño, ni insólito, ni singular.Como tampoco lo es el que la ciudad misma, con su espíritu artístico indomable y pródigo haga la idea suya y la conforme con arreglo a sus propios cánones.
Ni el vasco Ybarra cuya familia asentó sus reales a orillas del Guadalquivir y aquí permaneció y permanece por los siglos de los siglos amén, ni el catalán Bonaplata que se fue no se adonde y de él nunca más se supo, aunque perennemente lo recuerda una calle que lleva su nombre y desemboca en la avenida de Torneo, pensaron nunca en la gigantesca portada iluminada, ni en las casetas de lona que luego diseñaría el pintor Bacarisas, ni en la cena del pescaito, ni en las calles con nombres de toreros… Ni en los farolillos. Ni en el Paseo de Caballos.
Por no pensar ni imaginaron siquiera el traje de flamenca ni, por supuesto lo llamaron nunca de faralaes, que fue un ascenso, también debido a los dedos gráciles de las féminas de la ciudad, que, a golpes de imaginación fértil y recursos escasos, elevaron a la categoría de modelo de alta costura lo que en principio no era más que una batita de andar por casa.
El catalán y el vasco idearon una feria comercial, territorio acotado de transacciones, para ganar dinero. Sevilla modificó creativamente la idea y le salió un espacio mágico para gastarlo.
¿Qué digo uno?... varios. E igualmente atractivos y poderosos: las diferentes ferias que componen actualmente el universal espectáculo: la del paseo de caballos… la de la calle del Infierno…la de las casetas… la de los toros…
Y todas con un triple denominador común: la alegría, el afecto y la amistad.
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