miércoles, 2 de mayo de 2012
Cohete rociero
La nubecilla se verá primero. Allá, a lo lejos, como si fuera un trozo de algodón dulce desgajado de un gris depósito de agua colgado del cielo. Luego llegará el estampido de globo que motivó el cohete.
Y con él su anuncio anual de los primeros de mes. Porque ha llegado mayo y espera la Marisma el reguero de las comitivas trashumantes.
Pasó la feria y empieza a abrirse el libro que conserva los ortodoxos actos del preludio del Rocio: la novena… el pregón… las convocatorias de juntas preparatorias de la romería…
Los sindicalistas cosidos a las billeteras de los gobiernos afines pueden presumir de que han llenado las calles de reivindicativas proclamas. La gente normal que cada vez se siente menos representada por ellos sigue fiel a sus costumbres y está a punto de romper la hucha de barro donde fueron acumulándose los ahorros para que pueda hacerse el camino.
Cuando la Escuela de Comercio se alzaba en Sevilla en la calle Federico Rubio en un edificio que compartía con la Facultad de Medicina, el “san veinte de mayo” se acercaba también. Marcaba el principio de los exámenes del final de curso y había que apretar los codos.
Los artilleros dejaban su cuartel de las proximidades de la Venta de Antequera para formar militarmente en la Plaza de la Gavidia y rendir homenaje a la memoría de Daoiz, el bizarro capitán que asoma su bota de hierro encima del basamento y creó sin proponérselo la medida de los pies grandes. “Tiene más pie que Daoiz”.
Mayo, mariano. El ABC ha dejado de publicar aquellos coleccionables escritos por las mejores firmas que tenían su continuidad al mes siguiente con el Junio Eucarístico.
La vida sigue huyendo y se disuelve entre recuerdos como lo hace entre nubes de verdad ese nuevo cohete que acabar de ascender al cielo.
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