miércoles, 9 de mayo de 2012
Una frase feliz
La actualidad se llama Bankia.
Un nombre extraño. Con ban que suena a banco y ka de kilo, de kiosco y de kaka
Aunque si me dedico a desmenuzar el término abriéndome paso tras descorrer las cortinas de la creatividad del diseñador publicitario que alumbrara la marca y su representación gráfica, me doy de bruces con las Cajas de Ahorros y, profundizando más, con los Montes de Piedad, esas instituciones desarrolladas desde el siglo dieciocho, aunque nacidas antes, oh paradoja, para proteger a los necesitados de dinero de la voracidad de la usura.
Para que esa nave económica que fue antes Caja de Madrid no se hundiera o fuera secuestrada por los piratas que surcan los mares de las finanzas hemos tenido que arrojarle los españolitos de a pie el salvavidas de los billetes de todos como un día hubimos de acudir al rescate del bacaladero vasco total para nada, para que los rescatados agradecieran el detalle a los naturales de Euskadi que para eso flameaba en su proa la bandera separatista en vez de la rojigualda de los paganinis.
El affaire Bankia vuelve a traer a la primera fila de la foto a esa casta de políticos que tanto daño está haciendo al país. En los bancos comerciales no pudieron entrar. En las Cajas, sí. Y en ellas los mandamases de las diecisiete autonomías colocaron a sus amigos,familiares y paniaguados sin pensar en estas consecuencias lamentables que ahora duelen como callos rebelados ante la proximidad de una tormenta.
Creo que fue un ilustre consejero de la entidad auxiliada el que dijo una frase que pasará a la historia por encima de las teorías de Samuelson, los análisis de Boulding y hasta las del dinero de Olariaga: “El gobernador del Banco de España ya se podría ir a su puta casa”.
Oído esto, todo se explica.
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