viernes, 22 de marzo de 2013

Cantar del pueblo andaluz

Madre mía. te suplico
que entendimiento me mandes
porque es que yo no me explico
como una pena tan grande
cabe en pañuelo tan chico.

Cinco versos. Una medida en octosílabos. O sea ocho sílabas cada línea. Y una rima en consonante. Aunque sobre una ese en la segunda que no estaría de más si a la Virgen le hablásemos de usted como era el tratamiento que solía aplicarse en el siglo diecinueve entre hijos y padres en las familias numerosas de clase bien.

Manolo Garrido, fecundo autor de letras de sevillanas, entre ellas la muy conocida del Adiós que le cantábamos al Papa cuando vino a vernos y se dio una vueltecita por el Rocío, fue también el inspirado autor del poema que hoy figura en el repertorio de letras de los mejores saeteros y en los libros mas acreditados de la música de la Semana Santa.

Si ese grandísimo poeta que fue Juan Sierra enhebraba sus endecasílabos y alejandrinos entre expedientes y recursos de la delegación de Hacienda en la que trabajaba como funcionario. Manolo emparejaba las líneas de sus cuartetos y quintillas, entre cheques, pagarés y letras al descuento en el Banco Central donde se ganaba las habichuelas, Luego se iba a Radio Sevilla a hacer de actor y buscaba a Pili del Castillo para que pusiese voz a lo que había escrito.

A los concursos de saetas de la radio llegaban estas creaciones auténticamente sevillanas que tenían que medirse con las que venían de Málaga, mas largas, con cuatro versos añadidos, grandes como sus tronos.

Ahora se cantan en Sevilla también.




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