miércoles, 29 de mayo de 2013

EL CORPUS OTRA VEZ

Otra vez y como siempre: O en un Domingo que se hace Jueves o en el Jueves litúrgico del que, con otros, dijeron los antiguos que relucía más que el sol.

Entre esos otros Jueves estaba y está el Jueves Santo. No solo por la larguísima lista de representaciones de hermandades de penitencia, de gloria y sacramentales que aparecen en la primera parte de la procesión solemne que sale de la Catedral, sino porque sin ella casi no entenderíamos nuestras cofradías.

Año más, año menos, la cristiandad lleva diez siglos celebrando así la institución por Jesucristo de la Sagrada Eucaristía. Y si,en 1264, el Papa Urbano IV la extendió a la Iglesia Universal, fue el pueblo mismo el encargado de hacerla suya vistiéndola desde los primeros momentos con los ropajes de su interpretación popular.

Los sevillanos seguimos cumpliendo con el rito que ya no saca a la calle gigantones, tarascas ni mojarrillas, pero que lo anticipa con la visita a los altares y a los escaparates de las tiendas alargando la víspera.

El Abad Gordillo afirma que los Gigantes y Cabezudos eran extremadamente populares.

Y más aun las diabluras de la Tarasca, monstruo como serpiente de siete cabezas en representación cada una de ellas de los siete pecados capitales, que, con el serpentéo de su cola, arrancaba los sombreros y gorras de los espectadores distraídos.

Esto ocurría ya a mitad del siglo dieciocho, el llamado “de las luces” en el que la ciudad disponía de tantas iglesias y conventos como carecía de las dotaciones más elementales que precisaban sus habitantes. Entre ellas el imprescindible alcantarillado público que acabase con el uso de las calles como vertero de inmundicias.

Para la procesión del Corpus había que cubrirlas de juncia y romero. E invadir el aire con volutas de humeante incienso.

Todo a fin de hacer gratos el honor y la gloria a Jesús Sacramentado, presente en la Hostia consagrada puesta a veneración procesional en la soberbia Custodia de Plata de Juan de Arfe.

Seguimos con la tradición. Renovamos costumbres superficiales.La fe, la cultura y el arte permanecen arraigados. Laus Deo.

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