Menos mal que cultivo el deporte del zapeo. El sábado último en una de mis demostraciones desde mi arriesgado puesto de juego del sillón tuve un encuentro con el Comisario Brunetti que me resultó muy placentero.
No se por qué no había sucedido
antes. El comisario es un policía de ficción como se deduce de inmediato, pero
también es el título de una serie policiaca basada en las novelas de Donna
León, escritora que tiene la fortuna de ver sus obras traducidas a más de
veinte idiomas y de éxito mundial. (Confieso que no la he leído. Me pilla tan
cerquita Eva Díaz Pérez que de ella no paso)
Ahora que todas las televisiones se dedican con entusiasmo al saqueo de
sus archivos para no gastar ni un euro y estamos de indios y cowboys, de “El
último cuplé” y de Bing Crosby hasta el gorro, van los ínclitos programadores
de la Dos y ofrecen esta serie que es una maravilla y merecería todos los
honores del prime time en temporada alta.
El sábado 15 de junio a las nueve y media de la noche se estrenó el primer capítulo.
Se trata de un policía veneciano nada corriente amante del calor
doméstico de su familia que contrasta con la corrupción y crueldad que
encuentra en el trabajo. Amado por sus colegas de profesión, vive e investiga
en la ciudad de Italia con el índice más bajo de criminalidad, Venecia.
Esto es lo más atractivo. No se ven altos edificios, sino palacios del siglo quince. No se muestran largas avenidas maltratadas por las persecuciones automovilísticas, sino plácidos canales surcados por suaves embarcaciones.
No suena ni un tiro. Ni se ve una pistola. El comisario se encamina al
domicilio particular de un sospechoso y se sube… a una góndola.
Me fue imposible evitar la traslación: si el rodaje fuera en Sevilla se habría
montado en un coche de caballos.
Le brindo la idea a mi admirado Antonio Cuadri al que leí el otro día
que le gustaría rodar una peli de polis con Echanove e Imanol Arias. Tengo el proyecto, el título, el story del primer capitulo y la biblia de la serie.
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