Antonio Laviña era un veterano locutor de
Radio Sevilla que leía de corrido las Guias Comerciales, relación de anuncios por
palabras que se intercalaban entre los discos.
El mensaje publicitario de la industria
azulejera que, por consejo del famoso arquitecto Anibal González, instaló la
familia en la calle Marqués de Paradas llegaba a los receptores con la voz
pastosa del radiofonista y decía así: Mármol cemento, parquet cemento… fábrica
Carlos Gonzalez, Marqués de paradas dieciocho. Pero, pronunciado de corrido, la
palabra inicial cambiaba su entonación ya que el acento caía en la primera “o”
y entonces se oía: Marmól cemento… parquet cemento…etc.etc.
Esto hizo que algunos sevillanos de aquella
época se refiriesen a los que manifestaban con su conducta una desvergüenza ostensible
que tenían la cara de “marmól cemento”.
El último espécimen de esta categoría apareció
ante mi vista días pasados en uno de esos programas de chismorreo que nos dan
algunas televisiones. Afortunadamente no retuve su nombre. Se trata de un
muchachito andaluz, perfecto ni ni, o sea que ni estudia ni trabaja, que se ha
ligado a una chiquilla, hija de una popular estrella de frecuente aparición en
los medios audiovisuales y en las revistas de colorines, a la que ha dejado
preñada antes de que llegase a su mayoría de edad.
Naturalmente los especialistas en este tipo de
reportajes a los que me resisto a llamar periodistas por respeto a la
profesión, se han interesado por la biografía del muchachito descubriendo que ya
fue padre de otra criatura por la que no ha vuelto a interesarse.
Un “modus operandi” en toda regla que confiere
a la figura de este seductor preocupantes rasgos de modelo para la generación
de su edad. Mientras en el canal que divulgaba aspectos domésticos de la
juvenil pareja se resaltaba el amoroso comportamiento de la madre de la niña
embarazada, en otras televisiones un grupo de universitarios con las carreras
finalizadas, entre los que había no pocos ingenieros, se declaraba en huelga de
hambre por falta de posibilidades de empleo.
El mensaje subliminal aparece diáfano. ¿Para
que estudiar?... ¿Para qué esforzarse?... ¿Para qué asumir la elemental
responsabilidad cívica de los propios actos?...
Mientras haya abuelas complacientes y sociedad
permisiva… a vivir que son dos días. El
marmól cemento vuelve a reemplazar al after shave.
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