jueves, 7 de noviembre de 2013

REGALO DE BIENVENIDA

A Francisco Reyes Villadiego me lo encontraba siempre alrededor de su mayestático paso de misterio del Carmen Doloroso cuando todavía no se había incorporado la cofradía de Omnium Sanctorum al miércoles santo.

Ahora lo veo con frecuencia por su pueblo de Salteras, su localidad de nacimiento, donde este aventajadísimo discípulo de Dubé tiene su estudio… esculpe en él… y se gana la vida trabajando en el negocio familiar que es el Restaurante La Resolana.

Es difícil imaginar a Juan de Astorga, Illanes o Fernández Andés, pongamos por caso, buscándose la vida fuera de su taller, pero los tiempos son otros y con la gubia y los cinceles no se puede dar a la parienta dinero para el supermercado.

Sin embargo Reyes Villadiego no ha aparcado su vocación y, a fuerza de entrega y de horas extras, está consiguiendo depurar su estilo superándose cada día. Me enseñó en su Smartphone unos primeros planos de una Dolorosa que recientemente se ha puesto al culto como titular de una hermandad establecida en la Parroquia de San Vicente de Paul de Ayamonte y me quedé extasiado.

Y más aun cuando me narró una anécdota de la que esa representación de la Madre del Redentor acababa de ser protagonista, que me hizo evocar el inteligente comentario del  siempre recordado profesor Hernández Díaz sobre la “unción divina” como línea fronteriza que separa a una obra escultórica entre las piezas de museo y las imágenes de culto.

Apenas bendecida y situada en el altar que se le había reservado, cuando las camareras fueron a cambiarle las sayas, encontraron debajo del manto de camarín un anillo de oro macizo envuelto en un arrugado papel en el que podía leerse: “Para que sus cofrades lo vendan y, en nombre de Ella, repartan su valor entre los pobres”.


Al Hermano Mayor le faltó tiempo para llevar la noticia a Paco Reyes y, como él me la ha contado, así os la cuento yo.

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