domingo, 29 de junio de 2014

EL NUEVO CORREO DE ANDALUCIA


Le tengo mucha simpatía a El Correo de Andalucía. Cuando yo estudiaba periodismo, cosa que hice tras haber reconducido mi trayectoria profesional que, en aras de la economía aplicada, me había llevado a titularme como Intendente Mercantil, se me atravesó una asignatura, Técnicas de composición e impresión, a la que en las aulas de la Complutense se llamaba “corte y confección”.

En ella se aprendía ese complejo lenguaje de los cízaros, los corondeles, los puntos didot, la regla de componedor…y otras maldades absolutamente necesarias en la prensa de entonces, para diseñar cada una de las páginas de un rotativo. Supongo que todo esto se lo ha llevado a escobazos la irrupción de los ordenadores. Pero entonces doña Informática aún no había aparecido. El examen tenía guasa. Lo regulaba un profesor nervioso apellidado a medias como yo, el señor Garrido Buendía, que a cada uno de los examinandos nos entregaba un mazo de tiras de teletipo y nos conminaba, según su capricho, a planificar la primera de Internacional del Ya, la segunda deportiva de ABC o la primera local de Pueblo, por aportar un ejemplo de su actitud perversa.

Como yo venía de la radio, fracasaba estrepitosamente. Y así acumulé tantos suspensos  que para no naufragar sin remedio tomé una decisión heroica. Quedarme un verano sin vacaciones e irme por las noches a El Correo, que estaba en la calle Albareda, a trabajar gratis mientras aprendía el oficio.

José Luis Ortiz de Lanzagorta se apuntó al voluntariado y Salvador Petit, que luego se hizo cura, nos tomó a los dos bajo su paciente manto y consiguió que ambos superásemos gallardamente las pruebas de septiembre.

Desde entonces guardo un reconocimiento especial al periódico decano de la prensa sevillana y sufrí lo indecible cuando temí que sucumbiera sin remedio. De modo que cuando aparecieron los señores Morera y Vallejo que yo creía que eran dos, pero luego he sabido que es solamente uno, pero hace lo menos por diez y ojalá que hubiera muchos en Andalucía como él, y le echó al mar turbulento de la crisis el salvavidas del money, money y la estacha de la ilusión, respiré  con tranquilidad.

El Correo de Andalucía es ya un gran periódico y en él trabaja una compañera que se llama Alba Poveda que firmó el otro día la reseña del acto solemne en el que las dos bandas de Salteras recibieron la Medalla de Oro que es un prodigio de letra y música, o sea de redacción literaria y gráfica porque imagino que las fotos firmadas como A.P. son suyas también.

Alba, enhorabuena. Por tu trabajo y por la suerte que tienes de ejercer esta pajolera profesión nuestra en el nuevo Correo de Andalucía.

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