Le tengo
mucha simpatía a El Correo de Andalucía. Cuando yo estudiaba periodismo, cosa
que hice tras haber reconducido mi trayectoria profesional que, en aras de la
economía aplicada, me había llevado a titularme como Intendente Mercantil, se
me atravesó una asignatura, Técnicas de composición e impresión, a la que en
las aulas de la Complutense se llamaba “corte y confección”.
En ella se
aprendía ese complejo lenguaje de los cízaros, los corondeles, los puntos
didot, la regla de componedor…y otras maldades absolutamente necesarias en la
prensa de entonces, para diseñar cada una de las páginas de un rotativo.
Supongo que todo esto se lo ha llevado a escobazos la irrupción de los
ordenadores. Pero entonces doña Informática aún no había aparecido. El examen
tenía guasa. Lo regulaba un profesor nervioso apellidado a medias como yo, el
señor Garrido Buendía, que a cada uno de los examinandos nos entregaba un mazo
de tiras de teletipo y nos conminaba, según su capricho, a planificar la
primera de Internacional del Ya, la segunda deportiva de ABC o la primera local
de Pueblo, por aportar un ejemplo de su actitud perversa.
Como yo venía
de la radio, fracasaba estrepitosamente. Y así acumulé tantos suspensos que para no naufragar sin remedio tomé una
decisión heroica. Quedarme un verano sin vacaciones e irme por las noches a El
Correo, que estaba en la calle Albareda, a trabajar gratis mientras aprendía el
oficio.
José Luis
Ortiz de Lanzagorta se apuntó al voluntariado y Salvador Petit, que luego se
hizo cura, nos tomó a los dos bajo su paciente manto y consiguió que ambos
superásemos gallardamente las pruebas de septiembre.
Desde
entonces guardo un reconocimiento especial al periódico decano de la prensa
sevillana y sufrí lo indecible cuando temí que sucumbiera sin remedio. De modo
que cuando aparecieron los señores Morera y Vallejo que yo creía que eran dos,
pero luego he sabido que es solamente uno, pero hace lo menos por diez y ojalá
que hubiera muchos en Andalucía como él, y le echó al mar turbulento de la
crisis el salvavidas del money, money y la estacha de la ilusión, respiré con tranquilidad.
El Correo de
Andalucía es ya un gran periódico y en él trabaja una compañera que se llama
Alba Poveda que firmó el otro día la reseña del acto solemne en el que las dos
bandas de Salteras recibieron la Medalla de Oro que es un prodigio de letra y
música, o sea de redacción literaria y gráfica porque imagino que las fotos
firmadas como A.P. son suyas también.
Alba, enhorabuena. Por tu trabajo y por la suerte que tienes de ejercer esta pajolera profesión nuestra en el nuevo Correo de Andalucía.
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