miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL LITERARIO GIRO DE LA GUADAÑA


Hoy no hubiera podido ser. Al poeta novel José Zorrilla le habría resultado imposible darse a conocer en el entierro de Mariano José de Larra leyendo en el cementerio un poema necrológico dedicado a su memoria.
Repasé el texto completo el pasado noviembre, servido con presteza por Internet.
En la actualidad eso sería imposible porque antes habrían aparecido en las páginas de los periódicos textos bellísimos escritos por los amigos del difunto.
Es lo que ha sucedido con la muerte de Rafael de Cózar a quien yo conocí tiempo ha y del que lamento su desaparición y el sorprendente suceso que la ha amparado.
A su finalidad enunciativa, la prensa añade la explicativa. La simple exposición de lo que acontece, superado hoy por la radio, la televisión y hasta por los mensajes de los móviles, se viene completando con la justificación de los hechos y su análisis en profundidad.
Pero a estos objetivos se suma ya un depurado gusto por las formas que, si en lo estético adquiere su reflejo en maquetaciones ágiles, en lo literario asciende a elevadas cimas.
Acaba de ocurrir con este óbito. Ante el féretro del escritor fallecido han venido a caer los crisantemos de los más inspirados y sentidos textos. Y la ofrenda luctuosa se ha repetido ante la esquela mortuoria del pintor Juan Roldan.
El giro de la guadaña sigue haciendo estragos.

Entre los crespones de luto me aflige personalmente el de mi hermano del Calvario Juan Domínguez Pineda, ejemplar padre de familia numerosa, servidor eficacísimo de la Hermandad con  sus consejos, su mediación y su influencia desde su despacho de director de banco importante y nazareno sacrificado y humilde hasta que el deterioro de su corpachón de inflexible chopo lo postró en su silla de ruedas.