jueves, 26 de febrero de 2015

EL PADRE SANGRAN


No recuerdo bien ahora si los estudios en Sevilla de Radio Nacional estaban todavía en San Pedro Mártir o ya se habían trasladado a una cualquiera de las ubicaciones que siguieron. Carezco de la precisión necesaria para localizarlos en Marqués de Paradas o en República Argentina. Para lo que voy a contar no importa mucho. El caso es que una tarde entró en ellos un curita joven, con trazas de haber sido ordenado recientemente, al que la dirección había aprobado un programa que empezó a realizar de inmediato, “El evangelio es formidable”.

Se llamaba Joaquín Sangrán Medina, era jesuita y acaba de morir. Pronto nos hicimos amigos y desde aquellos lejanos días ha permanecido esta relación cordial que se acentuó cuando, ocupando yo la dirección de Radio Popular, hicimos juntos un viaje a Tierra Santa invitados por la TWA en un vuelo inaugural en Jumbo a Tell Aviv.

Si inolvidable fue para mí visitar Roma teniendo a otro seguidor de San Ignacio, el Padre Sobrino, como ocasional guía, aun me produjo una más profunda huella el recorrido por la tierra de Nuestro Señor escuchando al padre Sangrán.

Unos incomprensibles problemas burocráticos con las autoridades de la zona aquellos días nos retuvieron más jornadas de las previstas en Atenas en el viaje de vuelta y el Padre Sangrán hizo gala de su cultura como traductor de griego, lengua que aprendí mal y detesto desde entonces pero que él dominaba haciendo fluidas las relaciones con los naturales del país.

Mientras  visitaba un monasterio ortodoxo me eché a la calle en busca de una farmacia para adquirir pastillas contra un dolor de cabeza que venía martirizándome. Entré en la primera que halle en mi paseo con la cruz encendida. El farmacéutico no hablaba español, ni francés… un poquito de inglés… y griego. Pero era un hombre  perspicaz. Apenas empecé a describir en la lengua de Shakespeare mi malestar, me atajó diciéndome:

- Ah... aspirine
-        
a   Comprendí entonces lo conveniente que era caminar al lado del Padre Sangrán.

Muchos a lo largo de su vida lo habrán comprendido también

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