miércoles, 24 de junio de 2015

MUNDO COFRADE. DESAFIOS DE UN TIEMPO NUEVO


Participando en un grupo de cofrades actuales, ni jóvenes ni viejos, sino todo lo contrario, se me ocurrió preguntar el otro día ante quien fue llevado en primer lugar Jesús por los que le detuvieron, ante Anás o ante Caifás.

De cinco que eran acertó uno.

Esto que no es más que una pura anécdota tiene sin embargo un significado que yo personalmente enlazo con aquella frase que dijo un día el catedrático y pregonero don José Ortiz al recordado Chano Amador en el programa “Carrera Oficial”:

-- Chano, vamos hacía una fe civil. Y esto no es bueno.

Creo que ante la invasión de materialismo, hedonismo y epicureismo que padecemos, unida a la manipulación, interesada por rentable, de la figura de Jesucristo, de su Madre María y de todo el Evangelio, los cofrades debemos hacer algo y decir algo

Si continuamos dedicados a nuestro quehacer de siempre, cómodamente instalados en unas estructuras, las cofrades, que a muchos sirve para tranquilizar su conciencia, a otros para acudir a la caída de la tarde a un casinillo de amigos y, a los menos, a dejarse las horas de legítimo asueto ensartadas en engorrosas labores de mayordomía, secretaria o priostía, voluntariamente aceptadas como Jesucristo aceptó su cruz, alguien podrá  decir que estamos tocando el violón.

Y no es así porque el movimiento cofrade, perfeccionado y adaptado desde sí mismo, cada vez atiende mejor a las exigencias que la Iglesia le plantea haciéndose indispensable en los momentos actuales en los que no pocas organizaciones eclesiales languidecen o casi han desaparecido.

Por primera vez en sus muchos siglos de historia las cofradías se enfrentan a retos inéditos:

Han de buscar, como la Iglesia de la que forman parte importante, la verdad, aunque se resientan estructuras y creencias elementales.
Han de plantar cara a los desafíos de la sociedad en la que están integradas, antes receptiva, curiosa o tolerante y hoy, además o, por desgracia, en vez de lo anterior, indiferente o progresivamente agresiva desde sus crecientes sectores de marginalidad e incluso desde núcleos determinados de ateísmo militante.
Han de enfrentarse con las páginas en blanco de la escritura común con las otras religiones que creen en el mismo Dios, especialmente la islámica, de la que no existen antecedentes válidos.
Han de continuar su camino cada vez más erizado de dificultades sin el paraguas protector del Estado confesional que han de sustituir afinando su diplomacia cuando los poderosos de turno no se muestran proclives a la colaboración.

Y, por encima de todo, han de seguir proclamando la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, haciendo hincapié en esta última porque, como dijera San Pablo “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe”.

Modestamente creo que conviene seguir reflexionando y anotar el fruto de estas reflexiones.



(Más sobre el tema en mi libro “¿El fin de las cofradías?”. De venta en librerías. Ejemplares firmados en Papelería Veracruz. Jesús de la Vera Cruz, 27)

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