jueves, 29 de octubre de 2015

EL LIMITE DE LA PACIENCIA



Desde fuera se ve mejor. Desde abajo, cuando se alza la mirada y sube hasta Cataluña, se aprecia con todos los detalles la foto del despropósito. Aquel a quien llamaban honorable  y tuvo la desvergüenza de crear ese infame slogan de “España nos roba” camina hoy cabizbajo en tanto que se airean sus manejos para robar sin tasa.
No solo se viene demostrando cómo ha encabezado las prácticas de un grupo delictivo sino que su postura despótica se ha agravado considerablemente con el engaño a su propio pueblo.
Sin embargo, éste o, al menos, una fracción amplia aunque no mayoritaria de él, se desgañita en alaridos de alegría buscando contagiar a los demás al grito de Cataluña independiente. Peligroso despropósito.
Si no fuera porque lo impide el buen sentido más de uno de los que antes fuimos tachados de ladrones, esperaríamos con gusto el descarrilamiento, cuando presuntamente los alaridos de alegría se transformasen en peticiones de ayuda.
Los catalanes que se quieren ir no saben en su estulticia que los españoles que deseamos la unidad estamos de ellos hasta el gorro. Y que si fuera posible meterlos a todos en un Jumbo y echarlos a volar daríamos lo que fuera para comprarles los pasajes.

Bien por Rajoy y por Sánchez. Y que sigan los almuerzos. Ahora con los otros. La paciencia tiene un límite. La aplicación del artículo 155 significaría ponerle a Mas la maleta en la puerta y pegar un portazo. El y sus enloquecidos seguidores se lo habrían ganado a pulso. Pero sería lo último.

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