jueves, 1 de septiembre de 2016

LA RENTRÉE


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No resisto la tentación de usar la palabreja francesa para volver a entrar. Aquí estoy otra vez. Desde mi última presencia en el blog han pasado dos meses y sin embargo parece que fue ayer. Colgué la pluma, es decir apagué el ordenador, cuando el verano estrenaba sus abrazos pegajosos y los termómetros escapaban cuesta arriba en una búsqueda inclemente de hazañas medidas en superación de grados. Vuelvo coincidiendo con el primer fresco septembrino y el aroma recién estrenado de uva molturada en el lagar. 

En este tiempo se ha detenido el reloj de la política y seguimos sin gobierno. Pero no se ha parado el país.

Con cierto asombro medito en esta realidad trasparente. El país ha seguido andando mientras el cerrilismo se adueñaba de políticos mediocres. El sistema se ha superado a sí mismo. No hacen falta los políticos. Podemos vivir sin ellos.

Pero hay que pellizcarse para volver a la realidad. Estamos obligados a padecerlos aunque nos cuesten un egg y parte del  otro. La unidad de huevos, aunque sean fritos, siempre son dos y los impuestos aguantan para pagar su estulticia.

En este largo ciclo de holganza vacacional he descubierto una novelista, un digno representante del Parlamento hispano y un torero que a lo mejor es de la familia. Me apresto a dar sus nombres: La novelista se llama Cristina López Barrio. El parlamentario, Mariano Rajoy y el torero José Garrido.

Cristina ha entretenido mis horas quietas con una narración preciosa “Tierra de Brumas” Figura en la portada del ejemplar que es la autora de “La casa de los amores imposibles”. Se la pediré a mi librero. Si es que todavía no ha cerrado porque llevamos una temporada de cierre de librerías que asusta. Echan el cierre las tiendas de venta de libros y se van a  concurso de acreedores los que los editaban. Así no avanza la cultura del país y tenemos los servidores públicos que nos merecemos.

Rajoy se salva de la quema. Para mí. Y respetando la libertad democrática de quien piense de otra forma. A ver si la baronesa trianera que también me cae superbién le echa una mano y salimos de este atolladero en el que nos han metido los que miran más a su ombligo que al bien de todos.

Por último, el torero. No es el tremendista Roca Rey ni el lacrimoso López Simón, sino el extremeño Garrido. No es sobrino mío, pero me gustaría que lo fuera. El otro día le escribí un sonetillo y se lo mandé vía Raul Gracia el Tato, su apoderado. Lo iba a reproducir aquí. Tal vez lo haga mañana.

Bien hallados.

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