martes, 1 de noviembre de 2016

NOVIEMBRE DE TENORIO Y DOÑA INES



Así que noviembre se asomaba en el almanaque, los escenarios teatrales abrían los decorados del “Don Juan Tenorio” que era el drama tradicional que se representaba cada año por estas fechas. Muy distintas, dicho sea de paso, a las veraniegas que ocupó el autor de la obra, el inmortal Zorrilla, para escribirla en un figón de la calle Sierpes. Pero, a lo que iba, eso ya es historia. Ni el “Don Juan” sube a la escena hoy como no sea en teatros marginales en los que destacan algunos colegios, ni siquiera existen los coliseos consagrados al arte de Talía. 

Ahora nuestros niños y jóvenes se disfrazan de enterradores, trasgos y espíritus malignos, para darnos miedo que es exactamente lo contrario de lo que siempre hemos hecho los andaluces ante la visita inapelable de la Parca.

Emilio Segura, el radiofonista y actor cinematográfico y teatral, de imperecedero recuerdo, guardaba un anecdotario sabrosísimo crecido a la sombra de este producto escénico en el que, por vía y obra de la imaginación zorrillesca, el principal protagonista, burlador de Sevilla como anticipara  Tirso , debía ser un mocetón atractivo, musculado y ágil, capaz de enfrentarse a sus competidores en peleas a cuerpo limpio o ganar a su rival don Luis Mejías o al Capitán Centellas espada en mano.

El contraste lo ponía la dulce e inocente doña Inés, imaginada como frágil novicia de menguado peso. Y el problema se gestaba cuando las respuestas de la báscula eran contrarias, cosa que solía suceder si, al protagonista varonil lo interpretaba un actor delgadito y a la Doña Inés una rolliza moza.

Obviamente, el final de la escena del sofá cuando la monjita se desmaya en brazos de su seductor tenía que ser cambiado.

La vocalización del texto también solía dar problemas. En el San Fernando recitaba Juan Santacana, actor catalán coetáneo de Margarita Xirgú,  aquello de “Llame al Cielo y no me oyó y, pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra, responda el Cielo, no yó”.

Lo hacía con el acento que suele poner hoy en el Congreso el político catalanista Francesc Homs cuando habla para los suyos y, claro, no pudo evitar que, desde el gallinero, saliera una voz que le decía:


--Oírte sí te oyó, pero no se enteró de nada de lo que estabas diciendo.

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