viernes, 5 de mayo de 2017

PALMAS Y PITOS


Desde el último texto colgado en este blog al de ahora se han mejorado las cosas. Ese programa titulado “Último tercio” ha corregido su puesta en  escena televisiva. Están en una de las terrazas de la plaza de toros, pero han eliminado algunos componentes del deficiente decorado y los participantes han adecuado sus atuendos. 

Era de esperar. Y adivino la intervención correctora del maestrante encargado de la plaza. Lástima que no reconduzca también la esencia de esta serie de emisiones. Es insultante que habiendo por estos pagos tantos y tan buenos críticos, toreros retirados y divulgadores taurinos hagan venir de fuera  a una serie de señores para impartir doctrina.

Estoy deseando que empiece el abono madrileño para leer todos los días en El País las crónicas de mi amigo Antonio Lorca, que es de aquí, entiende tela de toros y escribe divinamente. Me saben a reivindicación de la sevillanía taurina ofendida.

Naturalmente cuando veo “Último tercio”,  penitencia que me impongo de vez en cuando, echo de menos los análisis de las emisoras locales, privadas por carencia de imágenes, de la deseable competencia en un plano de igualdad.

Cuando termine la Feria deberían ponerse sobre el tapete no pocas cuestiones agudizadas este año. Una de ellas podía ser la que acabo de esbozar. Otra, el análisis de las decisiones presidenciales. Una tercera, las intervenciones de la banda de música. Y hay más: la petición de trofeos por parte del público... la llegada de este a la plaza a destiempo...

Todo ello, entre nosotros. Sin que aparezcan ni sabios caducos, ni analistas pedantes de estilo sobrecogedor.

“Los 48” era una taberna bar que, en la plaza de la Gavidia,  regentaba un sanluqueño que ideó como promoción de su establecimiento un premio al mejor presidente de las corridas de toros por votación de sus parroquianos. El primero lo ganó con amplia mayoría Delmiro Salazar Aribayos. El maestro Solano que era amigo del tabernero le puso música a un pasodoble alusivo.

Algo así podría hacerse. Si al público se le pide que vaya a la plaza y dé de cara en la taquilla, hay que respetar sus opiniones y criterios y nadie debe atribuirse el derecho de tomar decisiones en su nombre.


Sin cabreo pero con algo más que ejercitando el simple derecho al pataleo.

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