No hay nada como esperar un nuevo Rocío desde cualquier
pueblo andaluz. La víspera sonora le llegará en lo auditivo con el estallido de
un cohete que llenará su salita de estar de explosivos ecos. Y, como el equipo
de su preferencia no juega ese día, usted se echa a pensar a qué se debe.
Le contestará una inesperada retención de tráfico en su
carretera habitual y cuando haya descartado la posibilidad de un control de
alcoholemia, aparecerá, por encima del horizonte automovilístico que le precede,
la silueta inconfundible del esqueleto de una carreta con el impasible boyero
que entrena a sus bueyes para que hagan el camino sin sorpresas.
Cuando al final consigue adelantar al carruaje y deja
atrás la yunta le parece que el carro del que tiran los bóvidos va cargado con
los mismos sacos de arena que en cuaresma sirvieron para los ensayos costaleros
de los pasos.
El Rocío está cerca, se dirá. Bien que lo sabe la vecina
que se alinea a su lado ante el mostrador del bazar. Usted ha ido a comprar
unos tornillos para su bricolaje acostumbrado. Debería hallarse en una
ferretería. Y de hecho es así, pero le pusieron bazar desde que llegaron los
chinos.
Ay, la China. Mi nieta Lucía acaba de pasar con éxito el
primer examen del idioma que ha elegido como lengua del futuro y el presidente
del Gobierno se ha ido allí a publicitar los éxitos de la economía española.
Lo dice la radio, que suena de fondo, después de meternos
miedo a lo desconocido con ese ciberataque sin precedentes que acabamos de
sufrir, pero la vecina no presta atención. Habla con una comadre de su barrio y
presume de que el pasado sábado se planchó ella solita treinta trajes de
gitana. Los mismos que ya tiene perfectamente colgados de sus perchas en el
interior de la cabriola que su marido le aparcó en la calle a primeros de mes.
El Rocío por encima de todo. Hay quien se pasa el año
entero soñando con el sudor y el esfuerzo del tránsito por la Raya.
Ya queda menos. En Villamanrique espejea de puro limpio
el porche de la Iglesia y Córdoba volverá a ser la primera en echarse a
caminar.
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