miércoles, 11 de julio de 2018

LA POLÍTICA EN EL PALCO



No en el palco del teatro ni en el palco de las cofradías de la plaza de San Francisco, sino en el palco de la presidencia de los toros que es donde en Pamplona permiten que los titulares de la gestión pública local lleguen y accedan mandando en la corrida y degenerando en el oficio. Que ya se sabe que así decía Juan Belmonte hablando de aquel banderillero suyo que había llegado a ser gobernador: degenerando.

La política de turno se acomodó pues en el sillón presidencial vestida tal corresponde para seguir la línea inaugurada por el alcalde de embutirse en un chaqué y tocarse con sombrero de copa. Cumplió con el cometido que se esperaba de ella y al final coronó su periplo con lo que todo político que se precie sabe y presume de hacer mejor: política.

Se enfrentaba Alberto López Simón a un morlaco de Fuente Ymbro que le dio la lata a base de bien y hasta llegó a alcanzarle haciéndole dar una feísima voltereta. Pero el muchacho aguantó el  tipo, lo toreó con gallardía y lo tumbó de un excelente estoconazo.

El público le pidió la oreja. Se intuía que reclamaría las dos. Pero allí estaba la presidenta para concederle una sola. Sacó el pañuelo y lo retiró después. El respetable insistía en su petición. Ella volvió  a mostrarlo y lo dejó sobre el barandal.

La impresión generalizada era la concesión de los dos trofeos. Así lo entendieron los tendidos y se apagó el ruidoso reclamo. Pero la cosa no estaba clara. El alguacilillo no sabía qué hacer. El asesor artístico levantó un dedo. Era una sola aunque la creencia de otorgamiento del doble trofeo había sofocado el griterío.

Política pura. Sugerir, aparentar y no dar. Cuando en el problema catalán se habla de que hay que hacer política me pregunto si están pensando en buscarle agujeros a la Constitución o en el pañuelo de la presidenta de los Sanfermines.


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