viernes, 25 de enero de 2019

DE MEDALLAS, TÍTULOS Y DISTINCIONES.



Yo también me sumo a la corriente que se va convirtiendo en caudalosa generada por todos aquellos que piden una medalla para Antonio Burgos, ausente año tras año en el listado de distinguidos con este honor por la Junta de Andalucía.

Lo hago desde este modestísimo rincón y me apoyo en los razonamientos de José Joaquín León  que va más lejos y en  su artículo de ayer en el “Diario de Sevilla”  recoge este clamor popular y lo eleva a la máxima categoría, la concesión del título de Hijo predilecto.

Estamos ante una consecuencia más del reciente vuelco electoral en Andalucía. Cuando los que mandan tienen que irse, los que están con ellos se ven obligados a marcharse también y las concesiones y las prebendas se acomodan a los gustos de los que llegan.

Las medallas y distinciones del 28 F, dice José Joaquín, deben incluir a los que hasta ahora han sido castigados con un vergonzoso y partidista olvido y añade que  la Junta no debe concederle una medalla, sino nombrarlo Hijo Predilecto de Andalucía, su máxima distinción. 
Igual que lo nombraron Adoptivo en Cádiz, en tiempos de Teófila. Se lo merece desde hace muchos años. Y no sólo porque sea un gran periodista, un maestro de generaciones de articulistas, sino por su importancia para forjar la conciencia de Andalucía.

Pienso lo mismo. Y, por eso lo recojo aquí. Me consta que no soy el único que lo hace. José Ramón del Río, en el mismo periódico, se manifiesta de una forma similar.

Por sí solo, ya esto es un premio. A Burgos le han podido faltar las distinciones de ciertos políticos y los afectos de algunos manipuladores sectarios del pensamiento, pero siempre ha contado con la fidelidad de los que compran todos los días el periódico para leerle. Este sí que es un premio libre de adherencias impuras.

Ahora se va viendo que además disfruta de otro que está reservado a pocos elegidos: que lo refrenden a boca llena los compañeros de profesión.

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