lunes, 28 de enero de 2019

PREOCUPACION



Pues la verdad era que se notaba distinto, raro. Y no le dolía la cabeza. Ni tenía fiebre. Ni se les arrastraban en el oído las últimas palabras agrias del cambio de impresiones con su pareja. Y no le molestaba nada.

Se asomó al ventanal que daba a la gran avenida y le pareció oscura. Con las luces de los faros de los automóviles dibujando oscilantes curvaturas ante ellos. El alumbrado urbano funcionaba aun y el día se anunciaba claro con un cielo que estiraba el azul como un velo transparente por encima de azoteas y tejados. Pero él había creído ver una amenazante nube negra colgada sobre el horizonte.

Al entrar  en el edificio, antes de llegar al ascensor, le había parecido que el portero uniformado que le saludaba servil cada mañana y le ofrecía el mazo de periódicos del día, se había levantado perezosamente de su asiento con menor prontitud que otras veces y  su sonrisa habitual había sido sustituida por una indefinible mueca.

Reinaba un silencio extraño. Como premonitorio de un gran estallido.

Podría comentarlo con su jefe cuyo despachó se abría unos metros más arriba del pasillo, pero lo dejaría para más tarde. Consultó su reloj. Era temprano. Su jefe solía llegar mediada la mañana.

De pronto se sorprendió. Percibió su inconfundible carraspeo. Qué raro. El todopoderoso director de aquel negociado había llegado antes que él. Eso no había sucedido nunca.

Se sentó ante su mesa y encendió el ordenador. Mientras se calentaba la pantalla, abrió el primer rotativo que distraídamente había dejado encima y comprendió que en la primera página aparecía la respuesta que justificaba su creciente alarma.

¡Qué cabeza la suya!.. Había olvidado que se habían celebrado elecciones y su partido por primera vez en casi cuarenta años las acababa de perder.


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