Me haré del libro del Pregón.Lo tengo claro.Buscaré un bolígrafo verdoso para compensar el blanco y rojo de las rayas de la corbata del pregonero y subrayaré todas y cada una de esa catarata de metáforas con las que Barbeito fue inundando su estremecedor monólogo sobre Dios al oído de Sevilla, dorándolo sin detenerse, con el apremio de un orfebre al que en estas fechas los días se le hacen horas.
Haré eso pero no por ello enjuiciaré la pieza oratoria desgranada en el escenario del Maestranza el pasado domingo porque, como ya anticipé en otra entrada en este Blog, desde que en 1990 tuve a mi cargo el inmenso honor que para cualquier sevillano cofrade significa cantar su Semana Santa, pienso que todo el que entra en el gremio de los pregoneros se merece un respeto por parte de sus compañeros que ingresaron antes y eludo el riesgo de entrar en el hispalense mundillo donde se afilan las navajas y los incensarios espejean para escribir en el aire las blancas volutas de los elogios.
Voy a referirme a otros componentes imprescindibles del acto solemne que inventó la ciudad para adelantar al Domingo de Pasión la inquietud de la impaciente espera: la música y la banda designada para ejecutarla. Porque, después del pregonero, se sitúan en el orden inmediato de protagonistas, antes que el público mismo que igualmente acude sabedor de que sus aplausos, toses, expresiones y murmullos… necesarios son para cerrar el universo sonoro del ceremonial previsto.
Las primeras partituras que se interpretaron en el Pregón corrieron a cargo de la Banda de Infantería de Marina y fueron “España llora” de Contreras y “Mater Dolorosa” de Pérez Montllort.
“Amargura” aparece en 1941 como cierre del llamado “Proemio Cofradiero”, sustituto del acto cofrade que no acababa de consolidarse. Y se repitió a partir del año siguiente interpretándose en casi todas sus ediciones, aunque no siempre en segundo término, hasta 1977 en que prácticamente quedó por vía de facto constituida como marcha procesional de ejecución inamovible antes de la intervención del pregonero. Es, por tanto, la composición que se ha oído mayor número de veces seguida por “Virgen del Valle” de Vicente Gómez Zarzuela y “Soleá dame la mano” de Manuel Font de Anta.
Ambas: “Amargura” y “Soleá” sonaron el pasado domingo. Buena elección. Azahar y cera de candelería encendida para los oídos de los amantes de las cofradías. Y esto me lleva a proponer una modificación que pudiera resultar arriesgada en la parafernalia pregonera, pero asegurar sin titubeos un final de ceremonia emotivo colmado de sevillanía: Interpretar otra marcha procesional de acreditado sabor cofrade tras los aplausos finales al orador y antes de los himnos.
Ahí está el fruto de los inspirados compositores que engrandecieron y engrandecen el acervo musical de la Semana Mayor Hispalense. Y esa Banda Sinfónica Municipal que, hoy con la batuta en la mano de su joven director Francisco Javier Gutiérrez Juan, cubre con armónica perfección desde 1942 el capítulo sonoro del Pregón de la Semana Santa de Sevilla. ¿Qué se puede pedir más?
2 comentarios:
Sí, algo más podría hacerse, pero sin abusar, que sé de algunos sitios en los que el acto de un pregón acaba siendo algo a medio camino entre el propio pregón y un concierto, y no es plan.
Saludos.
Buena sugerencia. Estaría muy bien. Para asentar la comida siempre es bueno tomar algun vino dulce. ¿A elección del pregonero o del director de la municipal?
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