domingo, 21 de marzo de 2010

Y a usted ¿qué le ha parecido el Pregón?

La pregunta me la formulan todos los años.Y ya van veinte desde que, en 1990, el pregonero fui yo. Antes, no me la podían hacer porque plantear las interrogantes me tocaba a mí desde mi puesto de trabajo habitual. En la radio primero y en la tele más tarde.

Desde que tuve a mi cargo ese inmenso honor que para todo sevillano cofrade significa cantar su Semana Santa, ni contesto ni entrevisto. Pienso que todo el que entra en el gremio de los pregoneros se merece un respeto por parte de sus compañeros que ingresaron antes. Pero eso no quita para que comente en este espacio algo de lo que anoté durantes su retransmisión televisiva a través de Giralda TV.

Lo primero, la reducción de emisoras. El reajuste del sistema aplicado, sustituyendo en estos días el analógico por el digital, ha supuesto la desaparición del espectro de algunas de las teledifusoras locales que en años anteriores acometieron la misma empresa.
No han estado ni Localia, ni Sevilla Tv,ni Popular Tv. Y en un democrático sistema de concurrencia esto se nota mucho.

Lo segundo es la escasa aparición de no pocos de los que acudieron cuya presencia no llegaron a recoger las cámaras. De la presidencia no vi que habían asistido, aparte del trío esencial, el arzobispo, el alcalde y el presidente del Consejo, más que los que ocupaban los sillones de la derecha de ellos: el pregonero, el secretario del consejo, su vicepresidente y la teniente de alcalde delegada de Fiestas Mayores. Ya muy avanzado el acto, en una panorámica, colegí que en el otro sector se sentaban el general jefe de la fuerza terrestre y el delegado del gobierno. No atisbé a nadie más. Supuse que por allí estaría el tesorero del organismo cofrade. ¿Quiénes completaban el grupo? No se supo y los comentaristas, Moisés y Javi (no se qué más) se abstuvieron de sacarme de dudas.

Desde que el acto tiene lugar en el Maestranza y por su amplísimo escenario podría caminar el orador cuya voz, con los adelantos técnicos de hoy, se podría recoger con un pequeño micrófono de solapa, creo que debería eliminarse el atril. Al principio de la historia de los pregones no existía. Luego apareció una pequeña mesita estilo San Antonio sobre la que se ponía la jarra de agua. Más adelante el orador fue conminado a no abandonar su puesto ante esta mesita que se alumbraba con un flexor porque delante se colocaban los micrófonos que, durante muchos años, solo fueron tres: el de Radio Sevilla, el de sala y el de Radio Nacional.

Más de un pregonero de aquella época o improvisó su disertación, preparándola antes, por supuesto, o memorizó lo que había escrito. José Luis de la Rosa que protagonizó el primer Pregón al que asistí en el desaparecido teatro San Fernando lo recitó sin mirar un papel desde el saludo a las autoridades al “He dicho”. El abogado José Luis Campuzano Zamallóa hizo lo mismo y mi admirado poeta y periodista Francisco Montero Galvache se auxilió de unas reducidas fichas de tamaño inferior al octavo en las que había copiado el texto con letra apretada y minuciosa y escondía en la palma de su mano.

Cuando apareció el atril y aumentó el número de micrófonos, el querido y recordado José Sánchez Dubé, recientemente desaparecido, que era presidente del Consejo, solía recomendar al pregonero de turno que, si leía su texto, por lo menos memorizara los finales de párrafo y los pronunciara mirando al público.

Claro que eso era para hacerle participar con sus aplausos y esto es precisamente lo que, al parecer, no ha querido el último pregonero que puede enorgullecerse, aparte de la magistral literatura de su escrito, de haber sido el autor del primer Pregón que ha discurrido de principio a fin en medio de un profundo silencio.

2 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Como digo en mi rincón me ha encantado el pregón.
No se pueden decir las cosas más claras de por dónde debemos ir los cofrades.
También creo que ha debido decepcionar a muchos entre ellos a diversos Consejeros muy dados a la alaraca y el figuréo.
Un abrazo

AdP dijo...

Me encuentro aún intentando digerirlo; y al contrario de lo que me ocurrió con muchos otros, que cuanto más los masticaba más insípidos me parecían, a cada bocado que le doy a este mayores son las sensaciones de exquisitez.

En cuanto a lo del silencio, me ha encantado. ¿Cómo se va a interrumpir a alguien que está hablando de esa forma de Dios y con Dios?

Saludos.