Los niños de hoy han dejado de jugar al toro. Juegan al torero. Al toro se jugaba en los patios de las casas de vecinos o en las plazas públicas como la de San Antonio donde los Vito practicaban las sabias enseñanzas de aquel banderillero al que dedicó un pasodoble el maestro Lope.
Y como los niños están distraidísimos con el Whatshap los toreros acuden en su busca y se instalan en la plaza del Salvador creando una escuela de toreo efímera al aire libre como hicieron recientemente Antonio Nazaré y Saul Jiménez Fortes contribuyendo así a la defensa de la Fiesta.
Plausible iniciativa que se contrapone con el anuncio del derribo de los corrales de la Venta de Antequera que en estos días precursores de las corridas de feria se acicalaban para recibir el ganado bravo que habría de lidiarse en ellas.
Posiblemente el último encierro que se mostró fue el de los seis toros de Miura que estoqueó en solitario Juan Antonio Ruiz Espartaco. En mi archivo debe andar el reportaje en vídeo que rodé en aquella ocasión. Era otro tiempo. A los aficionados les gustaba contemplar el ganado antes de ser enchiquerado para cada festejo. Los niños jugaban al toro. Hoy los engolosinan para que jueguen al torero. Y van doce.
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