Puedo estar de acuerdo con Montserrat Domínguez y Cristina López Chichi (así llaman en Madrid a la periodista y locutora Cristina López Schlichting) si, de algunos de los comentarios vertidos por ellas en sus intervenciones televisivas sobre la imputación de la infanta Cristina en el proceso del caso Nóos, deduzco que gana el pueblo y se ejercita, aunque duela, el deseo del monarca de que la justicia sea igual para todos.
Me fatiga desempolvar a Montesquieu y menos a Duverger para refrescar la teoría politicosocial de la separación de poderes, tan querida por la histórica Roma y reiteradamente prostituida hoy por las injerencias de los politicastros de nuevo cuño.
Y me dan pena la afectada, tan monina ella, y, sobre todo, los niños. No puedo soslayar mis blanduras de abuelo. Son tan bonitos. Y se ven tan frágiles. "Los hijos del amor, son más bellos" escribió alguien.
Qué tonta ha sido la infanta, oigo decir. Y me asalta la pregunta que dejó escrita en uno de sus dramas inmortales el olvidado don Jacinto Benavente, ¿por qué algunas mujeres, empujadas por sus parejas, cometen ciertas torpezas de las que luego se han de arrepentir?...
El dramaturgo que sustituía el sustantivo parejas por maridos, hacía responder a uno de sus personajes, de manera concluyente: Porque se enamoran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario