Como la actualidad está tan cargada de noticias sugerentes,
creo aconsejable dedicar el texto de hoy
a mi respetado y casi paisano el sabio escritor y filósofo Emilio Lledó Iñigo galardonado con el Premio
Nacional de las Letras Españolas 2014, que concede cada año el
Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte para distinguir el conjunto de la labor literaria de un autor español.
Lledó es catedrático de
Historia de la Filosofía, enseñanza que impartió en Alemania y España, tanto
a estudiantes de bachillerato en institutos públicos en Valladolid
como a universitarios de La Laguna, Barcelona y Madrid. En su último destino
como profesor, que ha sido la Universidad Nacional de Educación a Distancia, ha
sido vicerrector de la institución. Es doctor honoris causa por
las universidades de La Laguna, Lleida y de las Islas Baleares y miembro
vitalicio del Instituto para Estudios Avanzados de Berlín. Gran parte de su
actividad docente se desarrolló en la universidad alemana.
Repasando su obra y
deteniéndonos en su empeño de recordarnos que tenemos un pasado del que no se
puede hacer tabla rasa como de manera insensata pretenden algunos componentes
de las nuevas generaciones que llegan a la política, contemplamos como se
agiganta su figura y se fortalece su pensamiento
El filósofo que es
seis años mayor que yo, guarda conmigo un singular parecido. No por su
licenciatura universitaria ni por su brillante trayectoria científica
posterior, ni siquiera por su proyección internacional, sino por otra mucho más
sencilla. Para expresarlo mejor, él y yo compartimos una singular coincidencia.
Ambos elegimos a Salteras para pasar nuestras horas felices.Y aquí le gano: Eso
lo hizo él cuando era chico. Yo, cuando me jubilé. Y lo sigo haciendo. Afortunadamente.
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