Rodaba por casa de mis padres una antigua foto
amarillenta que, lamentablemente, no sé dónde ha ido a parar. Mostraba una nave
industrial metalúrgica en cuyo centro posaban para el retratista un curioso caballero
en mangas de camisa, abrochada al cuello y cerrada por una corbata entre
chalina y pajarita, con chaleco y tocado por un sombrero de bombín. A su
alrededor, agachados, de pie y aun tendidos en el suelo, todos con atuendos de
faena, un grupo numeroso de trabajadores.
“Tu abuelo, el maestro Francisco Garrido Bustamante,
contramaestre de la Portilla, al frente de los obreros de la fábrica” Me
decían.
'Portilla & White' fue una industria importante que
se estableció en 1856 en Sevilla en la actual calle Arjona, junto a la Plaza de
Armas, emplazamiento no caprichoso porque la situaba cerca de las vías férreas
y el cauce navegable del Guadalquivir.
Dirigida por los hermanos Portilla, inicialmente operaba
bajo el nombre comercial de 'La Maquinista' que hubo de cambiar ante el
requerimiento de la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona fundada con
anterioridad y se dedicó fundamentalmente a la realización de maquinaria para
barcos, bombas de riego, trabajos de rejerías y estructuras metálicas tras la entrada
en la empresa de Isaias White Levis, un inmigrante inglés que llegó a Sevilla a
principio del siglo XIX y, tras varios negocios que no le dieron buen
resultado, inauguró una pequeña fundición en las Reales Atarazanas frente a la
Torre del Oro donde se mantuvo hasta que formó sociedad con la familia Portilla.
La fundición tenía sus propios ingenieros, que eran los
que proyectaban las obras y firmaban los proyectos y un contramaestre como
director de la fábrica, el hombre de la foto: Mi abuelo por parte de padre.
A la factoría sevillana se debe la Bodega
La Concha, de Jerez, con constancia documental de que fue construida y montada
entre 1868 y 1870 por la fundición
de hierro hispalense según recogió José Rosetti en su
Guía de la
Provincia de Cádiz para 1872.
Y el “Mercado del Barranco”, edificado con posterioridad
en 1876.
Siempre me dijeron que ambas construcciones correspondían
a proyectos originales del ingeniero francés Gustavo Eiffel al que aún no
habían encargado la torre parisina que le hizo famoso.
El maestro Garrido Bustamante, hombre de confianza de sus
propietarios, se sentía tan vinculado a la empresa que incluso llegó a
trasladar su domicilio particular a sus cercanías, arrendando una casa en el
número seis de la calle Arjona en la que vino al mundo el progenitor de quien
estas líneas escribe.
Hoy disfrutaría contemplando cómo la antigua nave
pescadera ha quedado convertida en ese novísimo mercado recién estrenado con el
que Sevilla se une a las ciudades gourmet.
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