domingo, 2 de noviembre de 2014

LAS OTRAS MUERTES


Como las personas, las cosas se mueren también. Poco antes de dar comienzo el mes de los difuntos se ha muerto una librería en Sevilla, la de Repiso que estaba en el centro de la ciudad, en la calle Cerrajería. Y su extinción deja un reguero de apenados deudos entre los que nos alineamos los que escribimos y tratamos de ver en papel el fruto de nuestras cavilaciones.

Corren malos tiempos para la literatura impresa. Un catedrático que tuve en la Facultad de Periodismo de la Complutense, ya jubilado, que disfruta las horas de su retiro en un chalecito de la sierra madrileña, llevaba el otro día una bolsa de libros a la biblioteca del pueblo en cuya demarcación reside cuando alguien le advirtió que abortase el viaje porque la bibliotecaria ya se negaba a recepcionar obras en papel. Solo admitía pendrives.

Así estamos. Repiso ha cerrado por falta de ayudas. La bibliotecaria madrileña justifica su decisión por falta de sitio. En verdad en un caso y en otro lo que faltan son lectores. Los sociólogos dictaminarán por qué. Si es que disponen de tiempo y de ganas para ello, tras las extenuantes jornadas que deben pasar analizando la situación política del país.

Uno de estos sabios, el profesor Amando de Miguel, gratísimo como redactor científico y como tertuliano en grupos de analistas de radio, confesó el otro día que no tiene un duro, que solo come filetes cuando le invitan y que el toro de la crisis le ha empitonado con dos cuernos hipotecarios.


Dios nos libre. El dinero no está. Entre el clan Pujol, los pelotazos de la Comunidad de Madrid y esa ristra de asuntillos que se devanan en los juzgados andaluces por doña Mercedes y sus ilustres compañeros, se ha evaporado. ¡Así cómo van sobrar unos euros para comprar libros!

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