miércoles, 29 de octubre de 2014

HALLOWEEN PARA DON JUAN


No había Halloween entonces, pero Juan Tenorio, sí. Las tiendas de carnaval no anticipaban las máscaras de febrero con disfraces luctuosos y los teatros adornaban sus carteleras con lánguidas figuras de doña Inés en el sofá ante el conquistador caballero que le recitaba madrigales arrodillado a sus pies.

No hace mucho de eso. Pero el tiempo transcurre con prisas y parece que hablamos de un lejano ayer. Hemos importado el festival de los fantasmas olvidándonos del poeta vallisoletano que imaginó al don Juan conquistador y pendenciero desde la mesa de un figón ochocentista de la calle Sierpes.

Tanto han crecido en número los establecimientos dedicados a las máscaras como han ido desapareciendo progresivamente los escenarios teatrales.
Desahuciado el burlador de las tablas de Talía, menos mal que,  por lo menos, le queda en Sevilla el patio del Colegio Santa Ana.

A chufla lo tomó la gente como al Piyayo de los versos tristes con el humor de Manuel Barrios y Agustín Embuena. Debería reponerse aquel libreto cómico que se  extendió en renovadas versiones posteriores escritas por  Agustín en solitario. La crisis y la desvergüenza de algunos políticos necesitarían su crítica mordaz.

Los malditos que gritaban a las puertas de la Hostería del Laurel, lo hacen hoy, para desesperación de los vecinos, en la plaza de la Alfalfa y calles adyacentes.

Don Juan sigue escribiendo y leyendo en voz alta…”pero mal rayo me parta, si, en acabando esta carta, no pagan caros sus gritos”

Su criado la recoge vestido de negro fantasma para su fiesta de Halloween. 

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