jueves, 2 de octubre de 2014

AQUEL POETA MEJICANO DEL TOREO



“Hay que hablar más de los poetas y menos de los políticos”, ha aconsejado Raúl del Pozo en su columna habitual del diario El Mundo y, como en el último escrito que firmé  y apareció aquí, rememoré la figura de ese matador de toros mejicano de arrolladora personalidad al que en la Cadena SER llamaban poeta del toreo y figuró siempre en los carteles como “El Calesero”, a él y a su memoria voy a dedicar estas líneas.

Su nombre completo era Alfonso Ramírez Alonso y, como nuestro coetáneo Joselito Adame,al que vemos estos días cortando orejas en las corridas que transmite Canal Plus toros, era hidrocálido, o sea que había nacido en el estado mejicano de Aguascalientes. 

Falleció en su tierra natal el 8 de septiembre del 2002 y ha pasado a los anales de la tauromaquia por haber ideado un lance con el capote al que denominó caleserina y que consiste en citar a la res con el percal a la espalda y levantar la mano por encima del hombro cuando el toro pasa por detrás.

Cuando El Calesero vino a Sevilla para participar en el Festival benéfico organizado por la cadena radiofónica que tuvo lugar en la Maestranza el 18 de octubre de 1980 hacía años que se había retirado del toreo, cosa que ocurrió en febrero de 1966.

¿Qué hizo este hombre en esos catorce años?... Tratándole y escuchando  la descripción que hacía del montón de sabrosas anécdotas de las que era poseedor, no pocas relacionadas con su misma biografía, colegí que se había dedicado a sacar rendimiento a unas cualidades de las que estaba genuinamente dotado y que le hacían fácil cultivador de las Relaciones Públicas.

Me dijeron que  esa era su profesión entonces en el País Azteca y que la casa Domecq le había encargado la promoción de sus vinos lo que me pareció un acierto de los gestores internacionales de la bodega jerezana.

“Calesa”, que así le llamaban sus amigos más íntimos,  tenía un don especial como narrador de apasionantes páginas del toreo méjicano que evocaba acotando sus capítulos con un repetido “y dijo Dios”.

“Y dijo Dios”… “… te va a salir un toro con las orejas dispuestas para que se las cortes”… o “y dijo Dios…”… al que viene ahora no vas a poder darle ni una verónica…”

Repito que lo tengo recogido en un carrete de cine Super ocho que no recuerdo dónde  guardé. Me parece impertinente molestar a Dios para encontrarlo, pero, a San Antonio sí es posible que acuda.


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