Antes de que fuese
derribado el Muro de Berlín estuve en Alemania y, degustando una cerveza negra acodado
en un bar de la strasse, me dijo Gustavo Herrera, un periodista centroamericano
que trabajaba allí y me acompañaba como guía que, cuando restaurásemos la
Democracia, que tanto deseábamos en aquella época, llegaría un momento en que a
los políticos les daríamos la espalda en la barra de los bares.
Lo que entonces me pareció una exageración latina
justificada como gato escaldado por la experiencia de periodista cansado de
calarse las gafas ante la corrupción de los gobernantes de su país, ha llegado
al nuestro y la más diáfana constatación la aporta el monumental escándalo de
las tarjetas opacas de las Cajas de Ahorros.
No solo rectifico, sino que aumento el vaticinio
anterior. Se han hundido ellos solitos. No son todos, Dios me libre de
generalizar injustamente, pero son muchos. Y de todas las formaciones. Y a los
políticos se añaden los sindicalistas y los directivos empresariales a quienes
se ponía como ejemplo de eficacia.
Las Cajas de Ahorros nacieron como derivación mejorada de
la actividad financiera de los Montes de Piedad y estos a su vez del benéfico
propósito de proteger a las capas más vulnerables de la sociedad de la
voracidad de la usura.
Fueron, por tanto, instituciones de asistencia privada
dedicadas, desde mediados del siglo dieciocho, al financiamiento social.
Hasta que llegaron los presuntos servidores de la cosa
pública y cambiaron la orientación de sus brújulas encarándolas a su propio
beneficio.
Así se ha llegado al momento actual en que no hay día en
que la prensa no cese de sorprendernos aportando datos del fenomenal expolio.
Directivos, políticos nacionales y de comunidades
autónomas y cargos sindicales protagonizan un vergonzoso despilfarro cometido durante
años al utilizar las Cajas para viajes caros, retiradas de grandes cantidades
de efectivo o estancia en hoteles de lujo, que en ningún caso se podrían
justificar en función del trabajo y el cargo que desempeñaban en las entidades
financieras.
Réquiem por las Cajas de
Ahorros. Se las han cargado. Y ahora hay quien propone crear un banco
autonómico con carácter de nacional.
¡Le digo a usted que…!
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